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De que tema va La mamá disfrazada novela

Reseña del libro La mamá disfrazada novela

La mamá disfrazada novela pdfLa mamá disfrazada novela pdf descargar gratis leer online JoyreadHace seis años, su mama le arruinó la faceta, le hizo extraviar la virginidad y le quitó a dos de sus hijuelos, todo ello para usurparla. Seis años posteriormente, logra un estridente regreso con sus cachorros. Cuando sus cuatro agradables hijuelos se reúnen, todos deciden una cosa: arrinconar a su artista. Junto con su vaguada, una médica temperamento, van a generar un beneficio y a ocupar el espacio con tesitura. A última hora de la perplejidad, el distante acaudalado se apoya en la cabeza de su parienta. —cariño, el piso está sensato. ¿puedo tender en la hamaca? Por extremaunción, ella acepta. Al segundo subsiguiente, se encontró impedida bajo el macho.Capítulo 1—Ugh… En el momento en que Natalia Nava se despertó, sintió que su cuerpo le dolía como si se estuviera desmoronando. Estaba por completo desnuda bajo las sábanas, con la piel pálida llena de chupetones. Eran tantos que no podía soportar ni siquiera mirarlos. «¿Qué es esto?». De repente, el recuerdo de una escena de vapor de la noche anterior pasó por delante de sus ojos. Había entrado en la habitación en un estado semiinconsciente y había sido violada por un desconocido durante toda la noche. El hombre no había prestado atención a sus gritos y súplicas mientras la reclamaba como suya. Natalia se vistió y se levantó de la cama con las piernas temblorosas, decidida a encontrar al cabr*n que le había quitado la virginidad. Sin embargo, el hombre no estaba a la vista. Lo único que encontró fue un pendiente de plata en forma de cruz sobre la cama. «¿Lo dejó ese hombre? Natalia se guardó el pendiente y se dispuso a salir de la suite cuando la puerta fue abierta de una patada desde el exterior. Tomás Nava, de casi cincuenta años, entró furioso, seguido de la hermana gemela de Natalia, Yanara. —Papá, Yanara… —Natalia palideció enseguida. —No viniste en toda la noche y pensamos que te había pasado algo. ¡Quién iba a decir que ibas a estar tonteando con un hombre en un hotel! —Tomás señaló con el dedo a su hija mientras le reprendía en voz alta. Yanara, por su parte, gimoteó: —¡Esta vez sí te pasaste, Natalia! ¡Papá, la tía Yolanda y yo casi nos volvemos locas buscándote! Natalia negó con la cabeza de manera enérgica. —N…No, no lo hice. —¿No tienes vergüenza? ¿Tienes esas marcas en el cuello y en las extremidades? ¿Y todavía te atreves a decir que no lo hiciste? —Alguien me tendió una trampa, papá. Tampoco tengo idea de cómo sucedió esto. Al ver que Natalia seguía defendiéndose, Tomás agarró el cenicero que tenía al lado y lo lanzó hacia ella. ¡Pras! Antes de que ella pudiera reaccionar, tenía otra herida en la frente. La sangre comenzó a brotar de ella de manera continua, escurriendo por su cara. —¡Acabo de acordar tu matrimonio con el Señor Quintero, Natalia, y ve lo que hiciste! Ahora que ya no eres casta, ¿cómo le voy a explicar esto? Natalia abrió los ojos con incredulidad. —Jacobo Quintero tiene casi sesenta años, y sus tres anteriores esposas están muertas. Y, aun así, ¿quieres que me case con él? —¿Eso que tiene de malo? Deberías sentirte honrada de poder casarte con él. —Tomás se agarró al brazo de Yanara con una mirada de decepción—. Por suerte, Yanara y tu sólo se parecen físicamente y no también en la moral. Tu comportamiento avergüenza a toda nuestra familia. Yanara miró de reojo a su hermana con desprecio. —¡No olvides que creció en el campo, papá! Ante la fría mirada de Tomás y la indiferencia de Yanara, Natalia no pudo evitar exclamar por dentro. «¡Mira esto! ¡Esta es la actitud de mi propio padre y de mi hermana!». A Natalia no sólo le sangraba la frente, sino también el corazón. Diez meses después, junto a los llantos de los bebés, Natalia dio a luz con éxito a dos niños en su departamento de las afueras de la ciudad. Mientras Yanara recogía a los bebés, que aún estaban cubiertos de sangre, miró con maldad a su hermana que yacía en la cama, debilitada por el parto. —D…Devuélvemelos… son míos… —A pesar de la palidez mortuoria de su rostro, Natalia seguía haciendo lo posible por levantarse. —¿Devolvértelos? ¿Siquiera puedes mantenerlos? —se burló Yanara. —Yo…yo soy tu hermana… Tenemos la misma sangre. —Natalia miró de manera muy intensa a la chica que era casi igual a ella—. Por qué… ¿Por qué me haces esto? —¡Esa mujer es tu madre, no la mía! En aquel entonces, ella te eligió a ti y me dejó a mi suerte en aquel nido de víboras. ¿Dónde estuviste durante esos años de sufrimiento? La sonrisa de Yanara provocó escalofríos en Natalia. —¡El mundo sólo necesita una persona con esta cara, y esa persona soy yo! —¿Qué intentas hacer? —¡Te voy a calcinar a muerte! —Yanara vertió la gasolina que había preparado de antemano por toda la habitación. Luego encendió un encendedor y lo tiró al suelo antes de salir con los gemelos. En cuestión de segundos, el fuego comenzó a extenderse deprisa por todo el departamento. Al salir del edificio, Yanara volvió a mirar el mar de llamas y luego miró a los recién nacidos en sus brazos. Hacía diez meses, se encontró con el subordinado de Samuel Bonilla cuando volvió al hotel para destruir todas las pruebas de la inculpación de su hermana. Sólo entonces se dio cuenta de que el hombre con el que Natalia se acostó aquella noche no era el rufián que ella había contratado, sino el mismo Samuel, una figura prominente en Terranova. Sorprendida, Yanara tomó enseguida una decisión. Iba a engañar a Samuel haciéndole creer que era la chica de aquella noche. Después de todo, ella y Natalia eran gemelas idénticas. Mientras su hermana desapareciera de la faz de la tierra, nadie sabría su secreto. «En cuanto a los gemelos, serán útiles para acercarme a Samuel en el futuro». —¿Por qué lloran? Si no fueran hijos de Samuel, también los habría dejado ahí. —Tras una breve pausa, continuó—: Sin embargo, con su ayuda, no tardaré en casarme con la Familia Bonilla. Sin que Yanara lo supiera, que seguía inmersa en su mundo imaginario, Natalia había utilizado todas sus fuerzas para escapar por la ventana antes de que la habitación se incendiara. Mientras se alejaba del edificio, sintió de repente un dolor agudo y familiar procedente de la parte inferior de su cuerpo, seguido de suaves gritos. «Así que no solo di a luz a gemelos…». Con manos temblorosas, Natalia levantó a su tercer y cuarto hijo. «Por ellos, soportaré todo lo que me ponga la vida enfrente». Apretó los dientes mientras sus ojos brillaban con un odio encarnado. —Recuperaré todo lo que me robaste algún día…

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