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Reseña del libro Una deuda entre tú y yo de Donna Kenci

La sinopsis de Una deuda entre tú y yo de Donna Kenci

Una deuda entre tú y yo de Donna Kenci pdfUna deuda entre tú y yo de Donna Kenci pdf descargar gratis leer onlinelibro 2 de la curso entre tú y yo.una engaño que lo ata a ellallamado como el probo, tyler white ha retornado a lo más y más cimero de su método en el hockey a fondo de inhumano trabajo; sin estorbo, en su solicitud por abandonar en un adolescente de realce nítida ha olvidado que a revueltas la perfección no puede cubrir el desocupado de un alma afligida como la suya. tan mondo esa encarnizada madre, cuyo carácter logra crisparle los impulsos cada vez que se atajan, es la fragmento que le disminuye para renovar el puzle de su centro y restaurarse sus heridas.una revuelta entre el honra y el cordialidadmaggie cooper anhela fundamentar que ha ser viviente para descollar con luz dominical siendo la perfeccionado periodista competitiva de la pueblo. ninguna vez ha sido comprensible cohabitar a la agudeza de su hermano ethan, la gran estrella del hockey sobre hielo; por eso, no dudará en pelear con habas y huesos para tener su centro. pero ¿y si esto contiene ver a memorias al esposo que ha perjurado olvidar?tyler es el característico que hace florear a maggie, a doler de cogerle roto el núcleo una y otra vez en el propagado. ¿será conveniente de seducir su atención esta vez para siempre?PrólogoTylerCaminé con largas zancadas de un lado al otro para tratar de ordenar mis alborotados pensamientos.¿Por qué me había citado Maggie en ese lugar? Su actitud distante de los últimos meses no encajaba para nada con esa proposición.No, definitivamente, no encajaba.En cambio, su misterioso tono a través del teléfono había logrado captar toda mi atención, tanto que incluso tuve que retrasar mi reunión con los directivos del equipo para hablar sobre mi futuro, porque la curiosidad me comía por dentro.Inspiré con fuerza para después soltar todo el aire de mis pulmones, viendo cómo se formaba una pequeña nube blanca debido al contraste con el frío de la tarde. Sin duda, el invierno en Pittsburgh a veces era insoportable, pero yo no lo hubiera cambiado por estar en ningún otro sitio. Esta ciudad se había convertido en mi único hogar.Al instante, los recuerdos de la preciosa carita de una jovencísima Maggie llenaron mi mente para calentar mi corazón, como siempre me ocurría con ella. Imágenes de la primera vez que la vi, cuando su hermano Ethan acababa de fichar por los Penguins y ella se presentó en la sede del equipo con su habitual desparpajo para vernos entrenar y decirnos que era la orgullosa hermana de la futura estrella de la NHL.Nunca tuvo dudas, siempre fue la seguidora más leal de Ethan.Fue también en aquel momento, justo cuando buscó mi mano para estrecharla con la suya, que un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y supe que esa chica me traería más de un quebradero de cabeza en los años venideros.Un huracán que arrasó con mi cordura.Por más que intenté resistirme durante mucho tiempo, al final no pude evitar caer rendido ante esos grandes ojos oscuros, sus labios llenos y su pequeña y graciosa naricilla. Desde entonces, Maggie se había convertido en mi mayor anhelo y en mi peor tormento.—Hola, don Perfecto. ¿Llevas mucho rato esperándome?Meneé la cabeza, resignado, al reconocer su voz.¿Había olvidado mencionar su lengua afilada? ¿O su tendencia a volverme loco con sus constantes burlas?—No tienes remedio. Te he dicho mil veces que no me llames así.Chasqueó la lengua un segundo antes de plantarse frente a mí.Estaba preciosa con esa minifalda, unas botas altas de color negro y envuelta en un abrigo que le cubría casi hasta el borde de la falda. Debía estar congelándose, eso sí, pero a mí me costó apartar los ojos de esas piernas largas y perfectas que eran mi total perdición desde hacía años.—¿Llamarte cómo? ¿Don Perfecto? —recalcó lanzándome una desafiante mirada—. No te gusta que te llame así porque sabes que tengo razón. No lo eres, a pesar de lo que dicen todos.—Yo nunca he dicho que lo sea.—Además, tengo que recordarte que no das una en el hielo últimamente —prosiguió sin hacer caso a mi comentario—. Insisto, deberías pensar en retirarte pronto, antes de que empieces a hacer el ridículo ante esa panda que te adora; no vaya a ser que comiencen a darse cuenta de que no eres para tanto.Sonreí ante su impertinencia.—Déjalo ya, Maggie. No vas a conseguir enfadarme hoy. Ve al grano. Dime de una vez para qué me has citado en este lugar.Señalé la pista de hielo de Schenley Park, donde decenas de niños y adultos disfrutaban deslizándose sobre el hielo, justo al lado de la gran arboleda, en mitad de ese precioso entorno natural.Sin más, se mordió el labio inferior encogiéndose de hombros, aunque su sonrisa socarrona desapareció, lo que provocó que una extraña sensación de inquietud se apoderase de mí.—Te he citado aquí para que te sientas cómodo mientras le echas un vistazo a lo que he traído para ti —masculló—. Y para que no te alteres demasiado, teniendo en cuenta que estamos rodeados de gente —agregó, misteriosa.Acto seguido, me ofreció un sobre grande de color marrón, el cual recogí con cuidado.—¿Qué es esto?Su mirada se apartó de mí para desviarla hacia la pista de hielo.—Compruébalo tú mismo. Solo te diré que ibas a ser uno de mis trabajos de fin de carrera, pero después de descubrir lo que aparece aquí, te descarté. Aun así, al final he decidido que quería enseñarte esto antes de guardarlo en un cajón —me explicó.—¿Se puede saber qué te traes entre manos con tanto misterio?—Ábrelo y deja de hacer preguntas.Fruncí el ceño. Mi intriga aumentaba por momentos, así que introduje los dedos dentro del sobre y saqué su contenido.No di crédito a lo que apareció ante mis ojos.A pesar del frío, noté cómo mi frente comenzó a perlarse por el sudor al comprobar de qué se trataba.No era posible que Maggie hubiera descubierto eso que tanto me había costado ocultar durante años. Lo único de lo que me avergonzaba. Esa parte de mi pasado que ojalá hubiera podido borrar de un plumazo, porque nada tenía que ver con la persona en la que me había convertido: la que siempre quise ser.El Intachable, me llamaban en el hockey; y lo hacían por una buena razón.Sin embargo, tenía que ser mi pequeño tormento de piernas largas la que sacara a la luz mi faceta más humillante.Precisamente ella.Examiné la primera foto, en la que aparecía vestido de policía, con el uniforme al completo, porra incluida.Resoplé.Los dedos me temblaban cuando pasé a la siguiente instantánea, donde se podía ver cómo me deshacía de los pantalones, con el torso ya descubierto y tan solo una pajarita roja adornando mi cuello.En ese momento quise que me tragara la tierra.Observé de reojo a Maggie, que permanecía en silencio, atenta a las fotografías. Solo un ligero movimiento de su boca me avisó de que estaba aguantando la risa.Jodida Maléfica. Se lo estaba pasando en grande.—Tú y tu maldita manía de husmear en lo que no debes —gruñí entre dientes—. ¿Te parece gracioso?No contestó. Se limitó a morderse el labio, intentando contener la risa.Tragué saliva. A continuación, pasé a la última fotografía, donde aparecía ataviado únicamente con un tanga rojo y la pajarita en el cuello. En esa ocasión trataba de evitar que una multitud de mujeres se subiera al pequeño escenario para abalanzarse sobre mí.—No me negarás que algo de gracia sí que tiene.—Pues yo no la veo por ninguna parte —protesté.Maggie inclinó la cabeza, acercándose un poco más a mi cuerpo, lo que me provocó que me tensara aún más cuando su dulce aroma inundó mis sentidos.—Mmmm. Se te ve en forma ahí. Menudo paquetón. ¿Era todo tuyo, o había relleno? —se mofó, pasando por alto mi indignación—. Y mira esto. Tus músculos se ven espectaculares. ¿Cuántos años tenías aquí? ¿Veinte? ¿Veintiuno? Ha debido pasar bastante tiempo, ¿no?No salía de mi asombro.Mi cabeza comenzó a dar vueltas. Notaba cómo la sangre se agolpaba en mi cara debido al enfado y a la consternación que se apoderaba de mí cada vez más rápido.—¿Te gusta humillarme? —espeté, seco—. ¿Crees que es divertido que hayas sacado esto a la luz? ¿Sabes el escándalo que puede suponer para mi impoluta carrera en el hockey?Su mano se posó sobre la mía, cálida.No pude evitar estremecerme.Buscó mis ojos y su expresión se tornó severa de golpe, dejando atrás todo rastro de humor.—Vale. Basta de bromas. Ya me he divertido suficiente —se apiadó de mí—. Sí, Ty, sé lo que esto puede dañarte en la actualidad. —Su tono era realmente severo—. La verdad es que nunca planeé buscar trapos sucios en tu pasado. Créeme. Tan solo quería hacer un buen reportaje de tu trayectoria profesional. La casualidad quiso que mientras investigaba escuchara una conversación entre dos periodistas que me puso en alerta sobre esto.—¿Me estás diciendo que alguien más lo sabe?—Bueno… —se hizo la interesante—. Según dijeron entre ellos, tenían indicios, pero carecían de pruebas. Andaban a la caza para encontrarlas. No obstante, yo me ocupé de borrar cualquier rastro cuando tiré del hilo y lo descubrí todo. —Hizo una pausa, supuse que para examinar mi reacción, aunque al instante continuó—: Tu secreto no corre peligro, Tyler. Esconderé y protegeré con mi propia vida estas fotos y toda la documentación que las acompaña, así como los testimonios que conseguí, que podrás leer después en la intimidad.Su mano acarició la mía, pero la aparté con recelo.—No compren…—Ty —me interrumpió—, a pesar de que siempre estemos discutiendo, sabes que soy de fiar y que nadie se enterará de esto jamás. Confía en mí. Tampoco podrá encontrarlo ningún otro periodista, porque me he asegurado de que mis fuentes se mantengan en silencio en caso de que algún otro curioso intente indagar.Vi sinceridad en sus palabras, por eso mi cuerpo se relajó un tanto, aun así, la inquietud no me abandonó del todo.—No sé por qué siento que es como si te hubieras apuntado un tanto conmigo.Sus ojos brillaron de nuevo, y mi mirada se desvió de forma inconsciente hacia el lunar que tenía sobre su boca, ese que tantas veces me había hecho casi perder la razón. Como siempre, contuve mis ganas de morder la preciosa peca.—Esto no es una competición entre tú y yo. Que ahora yo conozca tu «pequeño secreto» no va a cambiar nada entre nosotros.—¿Seguro? —la interrumpí—. No me creo que vayas a dejarlo pasar sin más. No es propio de ti. Te conozco.—No puedo negar que me encantaría hacerte mil preguntas y saber qué te llevó a tomar ese camino. —Se acercó peligrosamente a mi rostro hasta que noté una leve caricia de su aliento sobre mi mejilla—. Ty, tu vida es el hockey —me susurró contra la piel—, pero yo tengo alma de periodista, y tú lo sabes mejor que nadie. Somos amigos, ¿desde hace cuánto? Da igual. No sé siquiera si nos podemos llamar amigos, dado que no hacemos otra cosa que pelear. El caso es que, si bien me muero por descubrir cómo terminaste desnudándote para el público a cambio de dinero, no te voy a insistir para que me lo cuentes. Por ahora… —matizó.Suspiré de forma sonora mientras trataba de retener en mi memoria cada una de las líneas de su rostro, buscando un motivo para no dejarme llevar por las malditas emociones que siempre me embargaban cuando Maggie estaba cerca de mí.—¿Por ahora? —Tuve ganas de reír tras oír su última frase, pues supe que este tema no se quedaría así y que no tardaría mucho en retomarlo para saciar su curiosidad—. De acuerdo. Advertencia recibida. Por ahora.Su gran sonrisa me aceleró el corazón.—Ehhh. He dicho que me portaré bien. No me pondré pesada contigo. ¿No te vale?—Por ahora, sí —repetí sus propias palabras.—No sé por qué tengo la sensación de que no me crees —añadió.—Bien… dejémoslo aquí. Pero ¿estás segura de que esa parte de mi pasado seguirá oculta?—Completamente segura.Me sentí incómodo, desnudo, al darme cuenta de que ella ahora conocía una pequeña muestra de esa parte de mis recuerdos que había querido guardar solo para mí.—Cree en mí —añadió, con gesto incrédulo.—Lo intentaré.Quise confiar en su palabra.—No te fallaré. Jamás —pronunció con vehemencia—. Ahora, hablemos de cosas más divertidas. ¿Cuándo me harás un striptease como ese de las fotos para mí sola?Una carcajada ronca brotó de mi garganta. Desde luego, era única para quitarle importancia a algo que me mortificaba tanto.—Sigue soñando, Maggie. Esa etapa de mi vida hace mucho que pasó a la historia y no va a volver. Nunca. ¿Queda claro?Su mirada pícara me robó el alma una vez más. Para mí ella entera era un enigma que me moría por descifrar, al igual que en ese preciso momento quería adivinar qué estaba pasando por su preciosa cabeza.—Totalmente claro. Aun así… me acabo de dar cuenta de algo.Arrugué la frente. Siempre que su mente ideaba algo, era mejor ir con cautela.—¿Qué?Su dedo índice presionó mi torso.—Me debes una muy gorda por mantener tu secreto y ocultar las pruebas.Asentí, despacio.—Eso parece. Si consigues que esto no salga a la luz, te debo una muy gorda, sí —repetí.Achicó sus bellos ojos de largas pestañas, sin dejar de observarme.—Entonces, ¿hay una deuda entre tú y yo? —apostilló en voz baja.Miré hacia arriba poniendo los ojos en blanco.—Es lo justo, hay una deuda entre tú y yo. Que el cielo se apiade de mí. Presiento que estoy más cerca del infierno después de esto que acaba de ocurrir.Maggie me dio una palmada en el pecho.—Estas fotos demuestran que de intachable tienes bien poco, así que el infierno no debe ser tan desconocido para ti, chico malo.Terminó su alegato asestándome un pellizco en el abdomen, justo antes de salir corriendo.—¡Ay!—Mejor dejemos el infierno para otro momento. Este secreto compartido se merece una tregua entre los dos, ¿no crees? —Sonrió con travesura—. ¿Quieres las fotos? —Agitó delante de mis narices el sobre—. Pues tendrás que venir a por ellas. Aunque esta vez no podrás pillarme, ¡me he comprado unas cuchillas nuevas! ¡Ja!Reí sin poder evitarlo y la seguí, a mi pesar.Maggie…Mi tormento.Mi debilidad.La hermana de mi mejor amigo.La mujer por la que bebía los vientos en silencio.La que me volvía loco de deseo y a la vez quería estrangular cuando me sacaba de quicio; cosa que ocurría con frecuencia.La que no me permití amar en el pasado porque fui un completo estúpido.La que perdí por no ir tras ella cuando pude hacerlo.La que ya nunca podría tener entre mis brazos.La que supe que la amaría para siempre cuando me di cuenta de que sus defectos se convirtieron en perfección para mí.Capítulo 1MaggiePittsburgh. Un año más tardeJunté mis pies y fijé mi vista en ellos mientras esperaba mi turno para hablar con mi jefe en aquella minúscula sala que tanto había visitado en los últimos meses.¿Para qué me habría mandado llamar en esa ocasión? Fuera lo que fuese, lo más probable era que se tratara de otra regañina por algo que no había hecho a su gusto.A veces tenía la sensación de que ningún esfuerzo valía la pena. Nunca era suficiente para él. Nada de lo que hacía en mi trabajo parecía estar a la altura, y eso era algo que me frustraba. Pero no me rendiría. Aún no.Me había costado demasiado llegar donde estaba. No entraba en mis planes darme por vencida sin pelear hasta agotar la última chispa de esperanza.La puerta del director se abrió y me miró de arriba abajo antes de hablar.—Ya puedes pasar, Marjorie.—Maggie —lo corregí en voz baja.—Eso. Discúlpame, tengo tanta gente a mi cargo que a veces se me olvidan los nombres.Daba la casualidad de que solo se le olvidaba el mío siempre.Caminé unos pasos hasta llegar a su despacho, un lugar que me seguía imponiendo respeto igual que el primer día, a pesar de llevar trabajando para él casi un año.—En fin, vayamos a la cuestión. Cada minuto es oro aquí y no conviene perder el tiempo —prosiguió—. He mandado llamarte porque tengo una propuesta de empleo que hacerte.¿Una propuesta? ¿A mí?Mis ojos se agrandaron casi sin darme cuenta.Era la primera vez que Mason Harris me elegía para ofrecerme algún trabajo especial que no fuera redactar cada semana las crónicas de los partidos de hockey en el periódico.—Estaré encantada de ayu…—Como iba a decirte… —me cortó—. Este es un año especial para el equipo local de la NHL, ya que su capitán, Tyler White, se retirará del hockey al terminar la temporada.—Lo sé.Cómo no iba a saberlo. Ty era el mejor amigo de mi hermano.—Por ese motivo, necesito que alguien cubra todos y cada uno de los pasos que dé él y que dé su equipo —matizó—. Quiero que seamos la sombra de los Penguins en todos los sentidos. Debemos ser los encargados de dar la primicia sobre quién será el que lo sustituya, qué hará Tyler White tras su marcha y enterarnos de los planes del entrenador Frank Evans respecto a sus chicos cuando el capitán se vaya.—Ajá —asentí—. Y…—Y para ello me hace falta un reportero para el programa televisivo de la cadena que los persiga día y noche; que esté a pie de cancha antes de comenzar los partidos y al finalizarlos; que sea el primero en entrevistar a los jugadores y que esté en el mismo hotel que ellos, si es necesario, cada vez que se desplacen a otra ciudad para disputar algún enfrentamiento de la NHL.¿La televisión? ¿En serio?Mi corazón comenzó a latir a toda prisa. ¿De verdad me iba a dar esa maravillosa oportunidad? En ese momento, cualquier reproche que tuviera respecto a mi jefe, quedó en el olvido.—Y esa reportera…—Y ese reportero eres tú, Marjorie.—Maggie —volví a corregirlo, pero esta vez ni siquiera me importó que no recordase mi nombre.—Eso es, Maggie —rectificó—. Te ocuparás de esto, sin dejar tu anterior ocupación escribiendo la crónica semanal de los partidos de hockey en el periódico. Si bien, quiero que sepas que estoy depositando en ti una confianza que no sé si mereces. Hasta ahora nunca me has demostrado tu valía, pero confío en que aproveches esta oportunidad. No la desperdicies. ¿Lo has entendido, chica? De no ser así, tendría que plantearme seriamente reemplazarte en los dos puestos que vas a desempeñar.Agggrrr, cómo odiaba cuando me llamaba chica. Y más aún odiaba esa amenaza velada que siempre pesaba sobre mi cabeza con que yo era totalmente prescindible en mi trabajo. Sin embargo, apreté los dientes y esbocé una sonrisa aún más ancha antes de responder.—Tenga por seguro que no le defraudaré, señor Harris.Aunque sospechaba que en un principio me había elegido a mí para llevar a cabo ese encargo por mi estrecha relación con el equipo de hockey de la ciudad, nada ni nadie me iba a fastidiar ese momento de euforia, porque era un puesto que me había ganado a base de sudor y muchísimo esfuerzo.—Eso espero, chica. Ahora, toca ponerse manos a la obra.—Lo haré de inmediato.Se dirigió hacia la puerta de su despacho invitándome a salir, con la misma cortesía falsa con la que siempre actuaba conmigo.Volví a encontrarme sola en aquella sala de espera.Contemplé la puerta cerrada en mis narices. Pese a su frialdad, no pude evitar desplegar una amplia sonrisa y ponerme a bailar, bajo la sorprendida mirada de uno de mis compañeros que cruzaba por allí de paso en ese instante.—¡Síííí! —pronuncié en voz baja.Me daba igual hacer el ridículo. Había conseguido la oportunidad que deseaba para introducirme en el periodismo televisivo. Ser reportera en la cadena era el primer paso para comenzar a cumplir mi sueño de presentar las noticias deportivas en la tele, y el resto carecía ya de importancia.Tenía serias dudas sobre cómo Ethan y Ty se iban a tomar que me convirtiera en su sombra, pero estaba segura de que no me pondrían obstáculos. Al final terminarían por entender que solo estaba realizando mi trabajo.Mi hermano era la estrella indiscutible de su equipo, si bien, su adoración por mí le haría comprender mi situación. En cambio, mi relación con Ty hacía equilibrio en una fina línea entre la amistad y el odio que nunca entendí, pero que no podía ser de otra forma debido a nuestras diferentes formas de ver la vida.Ah, no podía olvidarme del entrenador Evans, que era el padre de mi mejor amiga y siempre había estado presente de una forma o de otra en la vida de Ethan y en la mía.Sí, efectivamente, era la oportunidad profesional idónea para mí. No debía desaprovecharla.La ocasión perfecta de destacar como periodista y demostrar que no solo era la hermana de Ethan Cooper. Era mucho más que eso.Capítulo 2Tyler«Arranca una nueva temporada en la NHL y nuestros pingüinos no han podido comenzar con mejor pie, gracias a la victoria cosechada en casa, tras un partido emocionante que nos ha transmitido buenas vibraciones y nos ha hecho soñar con que este año podamos alzarnos de nuevo con el ansiado trofeo de la Stanley Cup.Un soberbio Ethan Cooper se echó el equipo a sus espaldas y nos brindó momentos de puro éxtasis con jugadas imposibles que solo él puede llevar a buen fin. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de nuestro capitán, el Intachable, quien, a pesar de que su equipo ganó finalmente, no fue gracias a él, ya que no estuvo acertado y nos dio una muestra de su juego más mediocre. ¿Tal vez se ha vuelto a resentir de su vieja lesión de rodilla?, ¿o quizá se está relajando demasiado porque se trata de su último año?».Fragmento del News AM Pittsburgh.Apreté la mandíbula con fuerza al leer las últimas frases de la crónica que Maggie había escrito sobre el primer partido de la temporada que habíamos jugado el día anterior.Esta vez se había pasado.La maldita broma no tenía ni pizca de gracia.En realidad, Maggie a veces era una bella arpía que no tenía reparos en plasmar en el papel, frente a miles de lectores, las mismas indirectas que me decía a la cara cada vez que nos encontrábamos. Pero una cosa eran las bromas íntimas entre ambos y otra muy diferente era usar su profesión para difundirlas en un medio de comunicación.Su imprevisibilidad me volvía loco.Siempre conseguía hacerme hervir de furia; sin embargo, cuando la tenía cerca… no podía hacer otra cosa más que sonreír como un gilipollas y disimular. Aparentar indiferencia para que creyera que ella no me importaba lo más mínimo.Algo que no era verdad. En absoluto.—Buenos días, equipo. —La voz de Ethan me devolvió al presente cuando entró a los vestuarios.—Buenas, novato.Él pasó por alto mi impertinente saludo. Hacía tiempo que me había dejado por imposible.—Oye, Ty, ¿has conseguido el periódico de hoy?Mi amigo sabía muy bien dónde asestar el golpe para aguijonearme. Con esa pregunta me acababa de devolver la broma de mal gusto.Lo miré con cara de pocos amigos.—Sí —gruñí.Ethan debió sentirse complacido al notar mi enfado, porque su humor mañanero hizo acto de presencia al instante.—¿Qué te pasa? ¿Maggie ha vuelto a hacer de las suyas nada más empezar la temporada? —Su tono de mofa no me pasó desapercibido.—Descúbrelo tú mismo. No sé cómo lo hace, pero tu querida hermana siempre consigue superarse.Le lancé el periódico a la cara para intentar borrarle la puñetera sonrisa burlona, aunque con sus reflejos de lince logró hacerse con él sin problemas.Desde que Maggie había fichado por la empresa mediática líder en Pittsburgh, dueña de una de las cadenas televisivas y del diario de mayor tirada de la ciudad, mi vida se había convertido en un auténtico infierno, puesto que la hermana de Ethan era la encargada de escribir la crónica semanal sobre los partidos de hockey en el periódico. Y sobra decir que no perdía ocasión para dejarme en evidencia, si bien solía mostrarse bastante más comedida que en esta ocasión.Exhalé con resignación y sonreí, a mi pesar.Quizás yo tenía un poquito de culpa por haber despertado su inquina más salvaje en los últimos tiempos. Sabía lo mucho que le molestaba a Maggie que me mostrara indiferente ante sus ataques, y tenía que reconocer para mí mismo que ese juego entre nosotros me gustaba más de lo que quería aparentar.—Bueno… —De nuevo, Ethan se dirigió a mí tras leer la columna semanal—. No puedo decir que no tenga parte de razón en lo que ha escrito.Oh, Dios. ¿Él también con lo mismo?—Vete a la mierda, Ethan.La ronca carcajada de mi amigo me taladró el cerebro.—Venga ya, Ty. Sabes tan bien como yo que ha dado en el blanco cuando ha mencionado tu rodilla, porque en todos los inicios de temporada te ocurre lo mismo: tu vieja lesión se resiente, hasta que vuelves a pillar el ritmo con los entrenamientos diarios. Además, en el fondo te gusta que mi hermana te dé caña. A mí no puedes engañarme.No, a él no podía ya seguir engañándolo, aunque lo intentase con todas mis fuerzas, Ethan intuía que entre Maggie y yo existía algo más que la antipatía que yo quería aparentar. Ese era el maldito problema.La larga figura del entrenador Evans apareció en el marco de la puerta de los vestuarios para interrumpir una conversación que estaba tomando un rumbo peligroso.—¿Engañar? Espero que estéis hablando del próximo partido y no de cosas personales, muchachos. Ya sabéis que tras esta puerta no quiero que tengáis otra cosa en la cabeza más que hockey.—Buenos días, Frank —lo saludé—. Por supuesto, ya sabes que yo no permitiría otra cosa.Un murmullo de risas dentro del vestuario puso en duda mis palabras.—Eso espero, Tyler. Confío plenamente en ti. Siempre has sido el único sensato aquí. —Me guiñó un ojo en una clara broma que iba dirigida a su futuro yerno, quien frunció el ceño ya sin una pizca del humor que le había acompañado al llegar.—Vale, he captado la indirecta —masculló Ethan—. Bien, lo tendré en cuenta cuando me pidas que prepare la barbacoa el próximo fin de semana en tu jardín, Frank.El murmullo de risas se hizo más fuerte ante la visible complicidad de Ethan con su futuro suegro.El entrenador Evans dio varias fuertes palmadas para dar por concluido ese momento de relajación y reclamar la atención de todos.—Bien, muchachos. Se acabaron las bromas. Os espero en la cancha en cinco minutos. Ni uno más.Con su habitual discreción, salió de los vestuarios tan sigilosamente como había entrado.—Ya lo has oído —pronunció Ethan mientras se cambiaba de ropa con rapidez—. Ni un minuto más.—Será mejor que no le hagamos esperar. No me apetece sufrir otra vez su mal humor durante todo el entrenamiento —repuso Nick.Agradecí que Ethan no insistiera en nuestra conversación previa, puesto que cada vez me costaba más hablar con él sobre Maggie y mostrarme indiferente. No había vuelta de hoja, me tenía calado.Cuando estaba a punto de salir a la pista de hielo, una mano se posó en mi hombro.Me detuve en seco. Mis músculos se habían tensado sin querer.—Eh. No te olvides de la cena a la que tenemos que asistir el viernes.—La dichosa gala benéfica —farfullé.Mi espalda se relajó un poco al darme cuenta de que solo reclamaba mi atención para recordarme el jodido evento al que tanto me fastidiaba tener que asistir, y eso mismo debió notar él en mi expresión, puesto que se apresuró a agregar:—Sé lo poco que te gustan estas cosas, pero Jane nunca te perdonaría que no asistieras a esta cena benéfica tan importante para El hogar de Peter y Wendy. Ya lo sabes.Mis hombros se hundieron, claudicando ante lo inevitable.—Lo sé. No te preocupes. Allí estaré.—Te tomo la palabra. Espero que esta vez no te eches atrás como en otras ocasiones, aguafiestas.Tuve que tragarme mi ácida réplica; por el contrario, esbocé una gran sonrisa ante Ethan, ya que Jane no se merecía ni un solo mal gesto por mi parte. Su causa era lo más noble que había visto en años.Y solo entonces, dejé atrás cualquier otro pensamiento y me dispuse a disfrutar de la segunda cosa que más me gustaba en el mundo: el hockey.Capítulo 3MaggieEra contradictorio, pero a veces me sentía fuera de lugar entre tantas estrellas del hockey, famosos, y personalidades del mundo del deporte en todos los ámbitos.¿Qué pintaba yo codeándome con ellos, cuando en verdad mi sitio estaba justo al otro lado, en un lugar más discreto, ofreciendo al público información sobre esos mismos personajes?Que mi hermano fuera una figura tan destacada era la razón de mi presencia en algunos de esos eventos, pero también me hacía plantearme si realmente estaba donde debía estar. La sombra de la fama de Ethan me había proporcionado más dificultades que ventajas en mi profesión. No obstante, mi adoración por él estaba por encima de cualquier otra cuestión. Siempre fue mi debilidad, además era consciente de que él era el único responsable de haber conseguido que ambos saliéramos del agujero negro en el que nuestra madre nos sumió durante muchos años.—Mmm… ¿Y esa frente arrugada? ¿No te han gustado los aperitivos?Miré a mi alrededor y me topé con una radiante Jane.—Claro que sí, boba. Todo está perfecto, como siempre que tú lo organizas. —La abracé con fuerza—. Te echaba de menos. Hace días que quiero llamarte…Su expresión ilusionada me deslumbró al separarse de mi abrazo.No era para menos. La vida le sonreía al fin. Había conseguido hacer su sueño realidad con El hogar de Peter y Wendy; su gran proyecto profesional, que gracias a su enorme esfuerzo se había convertido en un rotundo éxito. Y en el terreno personal, no podía ser más feliz al lado del único hombre al que había amado: mi hermano.—Y yo esperaba tu llamada —me contestó—. Me tienes en ascuas desde que me dijiste que tu jefe te había vuelto a citar en su despacho.Hice amago de contarle lo sucedido, pero justo en ese instante alguien la llamó para hablarle de un percance que se avecinaba.—Qué faena. Tengo que irme. Ha surgido un pequeño problema.—Vete, ya hablaremos más tarde.—De acuerdo, te buscaré después. —Y se excusó para ocuparse de que la gala benéfica siguiera sin ningún impedimento.Por consiguiente, preferí continuar observándolo todo desde mi discreto rincón y mantenerme al margen de entablar conversaciones superficiales que nada tenían que ver conmigo.Desde luego, era una gala digna de elogio.Jane había conseguido reunir a todas esas personalidades, pero lo mejor era que también logró que cada uno de ellos donara algo para la subasta benéfica con la que recaudaría más fondos para su preciado proyecto. El lugar donde daba cobijo y ayudaba a niños que necesitaban de un refugio en el que pasar el tiempo, fuera la hora que fuese, porque sus progenitores no podían encargarse de ellos o no les dedicaban el tiempo suficiente por el motivo que fuese.Tan sumida estaba en mis pensamientos, que su llegada causó un respingo en mi cuerpo. Nada ni nadie me hubiera impedido darme cuenta de su presencia.Allí estaba él, Tyler, el Intachable. El incorruptible. El flamante capitán del equipo en el que jugaba mi hermano y el hombre más frustrante con el que me había cruzado jamás. El mismo que no podía apartar de mis pensamientos ni de día ni de noche.Traté de disimular, pero no sirvió de nada. Ty siempre conseguía localizarme en medio de una multitud. Parecía tener un don para ello.En menos de un minuto su larga e imponente figura se posicionó a mi lado, sin mirarme siquiera, como era habitual en él.—Maggie —me saludó de forma hosca, lo que me indicó que estaba enfadado.Bien. Mi crónica había dado sus frutos.—Tyler —repliqué con un ademán.Durante un rato se hizo un largo silencio entre ambos, hasta que al fin se dignó a observarme desde su altura con intención de decir algo más.—Te veo bien.A continuación, vendría el consiguiente reproche por la columna que había escrito esa misma semana. Sin embargo, me sorprendí porque Ty se quedó de nuevo callado, se limitó a esbozar una tenue sonrisa mientras examinaba el gran salón. De vez en cuando, realizaba leves gestos a modo de saludo a los conocidos que se cruzaban por delante de nosotros.Nada más.Siempre tan digno.Un rasgo de su carácter que me exasperaba; sobre todo, porque yo era la única que conocía sus más oscuros secretos. Sabía mejor que nadie que no era tan perfecto como quería hacer creer y que, al igual que el resto de los mortales, él también tenía algo de lo que no estaba orgulloso en su pasado.—Gracias. Tú también te ves bien, Ty. Parece que tu rodilla está mejor, ¿no?Un resoplido proveniente de sus labios me despeinó momentáneamente.—No empieces, Maggie.Intenté en vano aguantar la risa.Tenía que reconocer para mí misma lo mucho que disfrutaba de nuestras pequeñas trifulcas verbales desde hacía años.Si bien, no siempre fue así.Al principio de conocernos, creí que entre Tyler y yo había surgido una especie de conexión maravillosa. Electrizante. Hasta que él apareció en mi vida, nunca antes había sentido tanta atracción por otro hombre.Cuando nuestras miradas se encontraban sentía un millón de mariposas revoloteando en mi estómago. Pero pronto comprendí que lo que yo experimentaba no era recíproco, ya que él no solo se empezó a mostrar indiferente ante mí, sino que aprovechaba cualquier ocasión para soltarme alguna indirecta que me rompía un poco más el corazón cada vez.Un vaso que se fue llenando, hasta que rebosó y no hubo vuelta atrás.Fue un horrible suceso el que me obligó a abrir los ojos. Ese día comprendí que nunca pasaría nada romántico entre nosotros. Un breve instante que bastó para que me fabricase una coraza de hielo para que no doliera más.Tal vez por eso ahora convertía mis sentimientos en ironía, porque así me resultaba más fácil llevar nuestra extraña relación.—Estás perdiendo facultades —lo azucé—. Antes no habrías dudado en responderme con cualquier impertinencia. Pero últimamente no me sigues el ritmo. ¿Qué te pasa? Te falta brío.Mis palabras debieron captar su atención, puesto que dejó de observar a la muchedumbre para concentrar su mirada en mí. Durante largo rato noté cómo sus profundos ojos azules me quemaban la piel, ardientes.—Según tú, es porque estoy demasiado mayor y, además, lesionado, ¿no?—Un poco sí, tienes que reconocerlo. —Lo observé de reojo—. Veo que has leído mi crónica semanal.Mi comentario iba destinado a obligarlo a salir de su estirada pose.Y funcionó.—La he leído. Sí. Pero tengo que discrepar contigo en algo. Treinta y cinco años tampoco son tantos. Te recuerdo que hay jugadores de hockey que se retiran con cuarenta y pico —me reprochó.—En eso tienes razón —tuve que reconocer.—Me alegra que estemos de acuerdo en algo. —Notaba cómo sus ojos me quemaban con su rabia contenida—. Además, puedo demostrarte cuando quieras lo en forma que estoy…Abrí los ojos por la sorpresa y sondeé su mirada, esta vez de forma directa.—¿Q… Qué has dicho?El muy sinvergüenza sonrió.—¿Tú qué crees?Mis latidos se aceleraron, aunque pude reaccionar con rapidez.—¿Me estás invitando a un revolcón, Ty?Silencio.Su bravuconería me terminó de enervar.—Ah, pero ¿acaso el Intachable recuerda cómo se echa un polvo? Porque se rumorea por ahí que no lo practicas mucho —le solté, y al instante me arrepentí, pero no me retracté—. No voy a caer, Ty. Sé que no te intereso de esa forma.—¿De qué forma?—De… esa.—¿Para un buen revolcón? Bueno, yo no he hablado de revolcones o polvos, pero ya que estamos, si quieres puedes comprobar si lo recuerdo o no. Tal vez te sorprendas. —Acercó su rostro al mío, lentamente, provocándome un espasmo de placer repentino—. Que no haya tenido ninguna relación seria desde que nos conocemos no significa que no me guste disfrutar de vez en cuando, incordio.Mi corazón se saltó un latido. Tuve que aferrarme a mi copa con fuerza para asimilar las palabras que Ty acababa de susurrarme al oído. Después de eso, lo vi desaparecer entre la gente sin saber cómo reaccionar ni cómo asimilar lo que acababa de escuchar.Era la primera vez en años que volvía a insinuar que entre ambos podía haber algo sexual… tras muchos otros de maldita indiferencia. Y yo no iba a dejar las cosas así, necesitaba respuestas; por ese motivo fui en su busca, sorteando a las personas que se arremolinaban y se interponían en mi camino.Solo cuando estuve frente a su espalda, le puse la mano en la tela de su chaqueta para llamar su atención.—Eh tú, capitán. —Sabía que llamarlo así le haría rememorar viejos recuerdos—. ¿Crees que puedes soltarme una proposición así y luego marcharte sin más?Ty se dio la vuelta a medias encogiéndose de hombros, pese a que su sonrisa descarada me indicó que el muy canalla se estaba divirtiendo a mi costa.—¿Tanto te sorprende? Mira, ahora no puedo hacer esperar a tu mejor amiga. Jane va a subastar en unos minutos la camiseta con la que jugué el partido que nos llevó a lograr mi primera Stanley Cup. Si quieres, después del evento hablamos de ello… a solas.—Serás idiota. ¡Ni lo sueñes!—Como quieras.El muy descarado me dejó allí plantada otra vez y se fue.No iba a soltar ni una palabra más sobre el asunto. Eso me indignó.Odiaba la capacidad que Tyler tenía de sacar mi furia a relucir con tanta facilidad para luego marcharse sin más, por eso decidí que lo mejor era contraatacar, como llevaba haciendo desde hacía años con él.Al menos me daría el gusto de decirle la última palabra.Lo perseguí.—De acuerdo. Vete. Ve a subastar tu maldita camiseta. Pero antes de irte tengo que darte una noticia: esta temporada no vas a huir de mí ni vas a evitarme como sueles hacer cada vez que te resulto un «incordio».—¿De qué estás hablando?Se había girado a medias para escucharme.—Que vas a tener que soportar mi presencia y notarás mi calor en tu espalda en cada paso que des, porque voy a convertirme en tu sombra, te guste o no. —Hice una pausa y decidí poner fin a mi declaración de intenciones con algo que solo los dos sabíamos—. Como cuando nos conocimos, ¿te acuerdas de eso, Ty?Vi cómo apretaba las mandíbulas y supe que había dado en el clavo, aunque trató de disimular su turbación.Sin embargo, cuando subió al escenario para unirse a Jane y sostener la camiseta que iba a ser subastada, nuestras miradas se cruzaron. En ese instante supe que ambos teníamos la mente en el pasado, justo en la tarde en que nos vimos por primera vez.Capítulo 4TylerPittsburgh. Unos años atrás—¿Quién es esa friki que nos saluda desde las gradas? Menuda pirada. Se va a dejar la voz de tanto gritar.Ethan, el nuevo fichaje del equipo, me contempló con cara de indignado y dejó de entrenar para acercarse hasta mi posición.—Es mi hermana. Maggie. Y no es ninguna pirada, te lo puedo asegurar.Las risas del resto de mis compañeros a mi alrededor hicieron resaltar aún más mi metedura de pata, por si no tenía bastante ya con mi propio bochorno.—Lo siento. No pretendía insultarla ni nada parecido.—Ya. —No pareció nada convencido.Ethan movió el stick para guiar el puck por el hielo y lo golpeó marcando otro tanto, sin que el portero pudiera hacer nada para detener el potente impacto. Esa jugada me libró de pasar más vergüenza porque concentró la atención de todos en él, algo que agradecí.No era de extrañar que el novato despertase tanta curiosidad. Su llegada al equipo había acaparado toda la atención, tanto del público como de la prensa, puesto que se decía que Ethan sería la nueva figura del hockey nacional. Y yo comenzaba a estar de acuerdo con todos ellos, después de descubrir el enorme talento que poseía.Solo esperaba que en el terreno personal no se desviara de su rumbo y supiera encajar la fama de forma tan repentina, ya que no todo el mundo estaba preparado para afrontar un cambio tan brusco en tan poco tiempo. No obstante, como capitán, me sentía un poco responsable de todos ellos y haría todo lo que estuviera en mi mano para que el chico no se torciera hacia el mal camino, puesto que ya le había tomado cariño, a pesar de llevar solo un mes en el equipo.—Tyler. —El entrenador Evans me reclamó desde el borde de la pista, donde solía dirigir los entrenamientos.—¿Sí?Pasó su brazo por encima de mis hombros, señalando hacia la cancha.—Me he enterado de que los chicos están planeando reunirse para celebrar una fiesta por el cumpleaños de George.—Ajá. Lo sé.Me miró significativamente.—Y también sabes lo que voy a pedirte, ¿verdad?—Me lo imagino, entrenador Evans. —Le sonreí; en cierta manera me gustaba que Frank confiase tanto en mí y que me tuviera en tan alta consideración—. Quieres que los vigile para que ponga orden si veo que las cosas se desmadran, ¿no?Me palmeó la espalda.—Así es, muchacho. Tenemos por delante un partido importante y quiero que estéis totalmente concentrados en él. No deseo que la prensa se haga eco de ningún desfase ni nada parecido.Asentí levemente. Aunque no estaba en mi mano que todos se comportasen como correspondía, sí que tenía cierto poder entre ellos porque me respetaban bastante.—Lo intentaré, aunque no prometo nada. Ya sabes cómo les gusta una juerga…Frank me volvió a palmear la espalda con tanta fuerza que casi me caí de boca sobre el hielo.—Confío en ti, Tyler. —De inmediato hizo sonar su silbato para avisar de que el entrenamiento del día había llegado a su fin.No había alcanzado el otro extremo de la cancha para dirigirme a los vestuarios, cuando escuché que alguien volvía a llamarme.—¡Tyler! Ven aquí. Mi hermana quiere conocerte.Mierda. Se refería a la chica gritona, que sonreía expectante a su lado.Joder. ¿Por qué a mí?No alcanzaba a entender el interés absurdo e insistente que generaba entre las seguidoras. Si yo no era como el resto de mis compañeros. Huía de esa clase de atenciones. Nunca daba pie a ese estúpido tonteo al que se prestaban la mayoría de jugadores del equipo.A pesar de mi reticencia, le hice un gesto a Ethan con la cabeza y me deslicé sobre el hielo hacia su posición, junto a la mampara que separaba las gradas de la pista.—Mucho gusto —expresé, examinándola de cerca, tratando de simular una simpatía que no sentía.Una pequeña y delicada mano apareció en mi rango de visión. No pude más que aceptarla, estrechándola con la mía, para notar al instante un repentino escalofrío por la espalda que me pilló por sorpresa.—Me llamo Maggie. ¡Tenía tantas ganas de conocer al capitán de los Penguins! —Levanté la vista hacia su rostro y la belleza de su sonrisa me dejó sin aliento—. Eres uno de mis ídolos. Bueno, aunque mi favorito siempre será mi hermano. Ethan va a ser la más brillante estrella del hockey de todos los tiempos.No supe qué responder, puesto que no podía apartar los ojos de la chica más bonita que había visto jamás. Esa preciosidad no podía ser hermana del novato, debía haber algún error.—Esto… ¿Ídolo?—Tranquilo, no le diré a mi hermana que la has llamado friki y pirada.Si Ethan pretendía ayudar, esa no era la mejor forma.—Muérdete la lengua, novato —proferí, ya repuesto de mi inicial sorpresa.La sonrisa de Maggie se esfumó para mostrarme un gracioso mohín que no hizo más que intensificar la dulzura de su rostro.—Friki y pirada, ¿no? Eso lo has dicho porque aún no me conoces —replicó ella con desenvoltura.—No era mi intención ofenderte. Lo siento.—No te preocupes, me voy a encargar de demostrarte a lo largo del año que no soy ninguna pirada. Hay mucho tiempo por delante para que lo compruebes con tus propios ojos.—¿Cómo dices?—Que vas a verme mucho por aquí este año. Eso tenlo por seguro. Me encanta el hockey. Si bien, no soy ninguna friki, soy la mayor seguidora del equipo y os animaré en los entrenamientos, en todos los partidos…Oh, Dios. Más gritos de ánimo desde las gradas no, por favor.Pese a mi inicial recelo, reconocí que el entusiasmo de la hermana de Ethan me divertía. No supe cómo, pero me sentí atraído por esa arrolladora chica que no paraba de hablar.

Te dejamos los enlaces de Una deuda entre tú y yo de Donna Kenci



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