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Cual es el argumento de Conquistar otro amor de Ariadna Baker

El argumento del libro Conquistar otro amor de Ariadna Baker :

Conquistar otro amor de Ariadna Baker pdfConquistar otro amor (Trilogía «Mateo» nº 2) de Ariadna Baker pdf descargar gratis leer onlinemateo establece ubicar zona de por ocurro y alejarse a cohabitar allí, muy allí de alejandra. nada contradice que sea una resultado claro, aunque sí necesaria. hay habitúes que sin par un separación radiactivo puede curar las movidas de un fondo despiadado.antiguamente de atacar el ausencia que le abrirá las salidas de su sucedido vida, eso sí, olvida rememorado un envío para su adorada a través de una ve que conviene a un acequia de transmisión.¿puede un palabra fingir reaccionar a una vida hasta el señal de obrarle ver que ha dejado el notable confusión de su vida? alcancé es, lo que no garantiza que atáña a mora de enmendarlo.cobrándose más perdida que jamás, pero valiendo a las espaldas su Babel, alejandra prende las riendas de su estado y se determina inclinada a desquitar aquello que un día veneró y fracasó. con lo que no dice en esos puntos es con la introito en escenario de un insólito flechazo que da otro cambio de filete a la posición, ¿será el definitivo?no rechaces de soñar ni nunca de observar la substituta parte de esta impactante trilogía y súbete a un caballitos de emociones del que no te librarás tan livianamente.A Mila Valls…Gracias por haberme enseñado el significado de la palabra lealtad.Te quiero, amiga.Capítulo 1Un mes había transcurrido desde que Mateo, puso tierra de por medio a todo y se fue rumbo a Australia. Un mes en el que no volví a colgar ni un solo post en mis redes, había tocado demasiado fondo.Sin embargo, Mateo, desde que había llegado a Australia, había colgado más de uno, aunque se notaba el cambio en sus perfiles, ahora era todo más natural, él mismo lo decía, que en Australia había encontrado el equilibrio que necesitaba.No se compró una casa como pretendía, sin embargo, sí que adquirió una cabaña doble de madera de color amarillo en una zona de la playa donde estaba la escuela de surf del amigo y el restaurante, que entre los dos habían cogido y que habían ampliado con una pequeña tienda.Estaba en conexión con aquel rincón del mundo y allí se notaba que tenía la serenidad que necesitaba.Estábamos desayunando cuando Paula entró a la cocina.—Aprovecho que estáis los tres para comentaros algo —murmuré, a sabiendas que lo que iba a soltar era una autentica bomba.—Hija, ¿pasó algo más que no sepamos?—No, mamá, simplemente tomé una decisión.—Sabes que te apoyaremos en todo —dijo en voz baja mi padre.—Cuando Alejandra tiene una idea hay que temerle —murmuró mi hermana, advirtiendo hasta con las manos.—Me voy a Australia…—¿Con Mateo? —preguntó mi padre, mientras las dos estaban con la boca abierta.—No. Bueno sí. No, pero sí.—Aclárate, hermana, porque no somos adivinos.—He conseguido alquilar una de las cabañas de allí, justo la que está al lado de él. La pagué por un mes…—Pero, ¿cuándo has hablado con él?—No, papá, él no sabe nada.—Y después de todo lo que pasó, piensas ir como vecina y decirle: hola, ¿qué tal?—Más o menos —contesté riendo y negando porque sabía que era una verdadera locura.—Pero él dejó claro que…—Papá, lo sé, pero bueno, no voy a obligarlo a nada, solo quiero darme la oportunidad de intentar que hablemos. No puedo vivir con este peso de conciencia, ni cruzarme más de brazos. No siempre tiene que ser el hombre el que luche por una mujer, ni mucho menos dé su brazo a torcer.—Hija, nuestro apoyo lo tendrás.—Espero que no sea mayor aún la caída —dijo mi hermana, resoplando y dejando entrever que no lo tenía claro.—Si me caigo, será intentándolo…—Y, ¿cuándo te vas? —preguntó tristemente mi madre.—Esta misma tarde. Ayer lo cerré todo, la cabaña y el vuelo, e incluso dejé preparadas por la noche un par de maletas.—Me estoy mareando —dijo mi pobre madre, poniendo su mano en la frente y apoyándose en la mesa.Mi hermana se quedó con la boca abierta un rato, y un extraño silencio nos acompañó todo el desayuno, y es que los había dejado a todos en shock.Esa tarde me acompañaron hasta el aeropuerto donde se despidieron de mí, después de facturar.Tuve que hacer una escala en Dallas, antes de ir directa al culo del mundo como yo llamaba a Australia, unas dieciséis horas de vuelo, ni más ni menos.Estaba atacada, los nervios me carcomían, sentía que lo mismo estaba cometiendo el mayor error de mi vida, pero después de todos los que había cometido, ¿qué importaba uno más?El vuelo se me hizo insoportable, además, iba en primera clase sola, pero sola, era la única pasajera en esa parte de la cabina, que por un lado estaba bien, ya que todas las atenciones por parte de la tripulación iban para mí, pero por otra, las horas no pasaban.Fue aterrizar en Sídney y sentí una especie de vacío increíble, era como si de repente me diese cuenta de que no era una locura lo que había hecho, era directamente tirarme a un precipicio y ahora sí, me daba miedo la reacción que pudiese tener Mateo al verme.Me monté en un taxi, le di la ubicación de la playa al taxista y me llevó directamente hacia allí. En ese momento lo único que pensaba es que se diera la vuelta y que regresáramos al aeropuerto. ¡Me estaba descomponiendo viva!Aquello me llamó mucho la atención y es que, el descampado por dónde entró el taxi quedaba justo enfrente del lineal donde estaban esas preciosas cabañas a un lado de la escuela de surf, lo indicaba una gran vela sobre una tabla con el nombre a modo publicitario y el bar con la pequeña tienda al lado.Me quedé con las dos maletas ahí, inmóvil, mirando hacia la arena donde estaba todo y entonces vi a Mateo que se dirigía al bar. El cuerpo no me respondía, pero saqué fuerzas y aproveché para bajar a mi cabaña que era la de color rojo. En el mail que me enviaron, venía el código para abrir un candado en una especie de buzón que estaba en la puerta y dentro se encontraban las llaves.Estaba temblando, me costó atinar a abrir la puerta, una vez me hice con las llaves, y de los nervios entré precipitadamente.¡¿Qué mierda hacía yo aquí!? Se me saltaron las lágrimas y me senté en el sofá apoyando mis codos sobre mis rodillas, estaba de lo más sensible.Activé el móvil entre lágrimas y puse un mensaje en el grupo que habíamos creado mis padres y hermana.Alejandra: Ya estoy en la cabaña, lo he visto de lejos, pero él, a mí, no. Tengo un nudo en el estómago increíble, pero me encuentro bien, tranquilos.Paula: Un nudo en el estómago, pero te encuentras bien. ¡Qué graciosa eres, hermana!Mis padres comenzaron a animarme y a regañar a mi hermana a través de esos mensajes, al final me sacaron una sonrisa. Al fin y al cabo, eran las personas que más quería de este mundo.Coloqué toda mi ropa en el armario y no me quedaba otra que ir a esa tienda a comprar bebidas y algo para tener en el frigorífico.Un cuarto de hora me quedé tras la puerta hasta que me decidí a abrirla y salir.—¡Guau! —me ladró una preciosa perra de color canela y grande, pero con una mirada de lo más noble.—Guau, guau —le contesté sintiendo que al menos alguien saludaba.Parece que le hizo gracia porque movió el rabo y se acercó más a mí, momento que aproveché para agacharme y acariciarla mientras le decía cosas.—¿Alejandra? —escuché la voz de Mateo, dejándome paralizada por completo.Levanté lentamente la mirada, temerosa, y me encontré con su bonito rostro.—Hola, Mateo, no te esperaba aquí —murmuré y me di cuenta de la gilipollez tan grande que había soltado.—Algo así me ha pasado a mí, no te esperaba por aquí —dijo con esa media sonrisa que era la más bonita del mundo, pero estaba distante, se lo notaba en su mirada y que no hacía por saludarme con dos besos.—Me refiero a que antes te vi andando hacia el bar y creía que todavía estarías allí—¿y para qué leches le había dicho eso?—¿Por qué no me saludaste? —Arqueó la ceja extrañado.—Es que me acababa de dejar el taxi y estaba allí —señalé la esplanada.—Me asombra verte por aquí —seguía un poco en shock.—Verás —acaricié a la perrita que no se separaba de mí y seguía moviendo el rabo —. Es que me ofrecieron a esta preciosidad por Internet y vine a recogerla —la verdad es que tenía pinta de no ser de nadie.—Se llama Duna y es mía —aguantó la sonrisilla.—Me has pillado —sonreí levantando un poco el labio por la cagada que había tenido —. Realmente es que no pude resistirme a venir después de ver lo que mostrabas en las redes, me quedaré un mes—apreté los dientes.—Alejandra, ¿estás bien?—Sí, sí, mogollón de bien.—Ya —sonrió negando.—Ahora iba a ir a la tienda a comprar agua, zumos y algo para comer, la nevera está completamente vacía.—En el bar son muy baratos los menús, pero no creo que tú tengas problemas por los precios. Te acompaño a la tienda, pero antes vamos a tomar un café y hablamos —me hizo un gesto para que lo siguiera.—¿Hablar de qué? —pregunté sin pesarlo y a él, se le escapó una risa leve, que me tranquilizó y es que pensaba que me iba a recibir peor.—Creo que esa pregunta la soltaste sin pensar.—Sí, sí, como todo lo que hago en esta vida —me mordí el labio frunciendo la cara y sintiendo que cada vez la cagaba más.Duna no se separaba de mi lado, hasta pensé que había conectado y empatizado conmigo como si fuese conocedora de todo lo que nos había pasado.Nos sentamos y le pidió a un chico que nos trajesen dos cafés y dos sándwiches de mantequilla. En eso no cambiaba, pedía por los dos y listo, al menos algo tenía de aquel Mateo que conmigo vibraba.—Sigo en shock, no me puedo creer que hayas venido.—Ni yo —me eché a reír viendo que él, también lo hacía.—Después de todo, me alegra mucho el verte.—Menos mal, porque traigo hasta unos pañales puestos.—Eres muy exagerada.—La cagué, Mateo, como en tantas cosas que me pasaron últimamente, pero sentía que no era justo que por el hecho de cagarla no tuviera la oportunidad de decirte a la cara que lo siento y que, aunque no me creas, pienso que eres una de las mejores personas que he conocido en el mundo. No te merecías lo que hice contigo, jamás debí dudar y sí preguntarte, como bien dijiste en la entrevista.—He conocido a alguien… —dijo con tristeza y a mí, se me subió la sangre a la cabeza y se me debió bajar la tensión.—No me lo esperaba, pero te mereces ser feliz —me salió con tristeza y es que creo que en ese momento mi vida, mi corazón se había acabado de parar por completo.—Hemos pasado una semana aquí juntos, ha tenido que regresar a Melbourne, trabaja en un hospital y no regresará hasta dentro de dos semanas.—Entiendo —el sándwich no me entraba ni, aunque me lo metieran a empujones.Se hizo un silencio en el que yo tragué saliva mientras acariciaba a Duna para evitar llorar.—Bueno, voy a ir a la tienda que quiero poner la nevera medio decente los días que vaya a estar aquí.—¿Cuánto tiempo te quedas?—En principio vine para un mes, pero bueno, lo mismo me voy antes —sonreí mirando a Mateo, evitando derramar ni una sola lágrima.—¿Te puedo ayudar en algo?—No, gracias —me levanté sonriendo —. Nos vemos por aquí.—Claro —abrió las manos, pero su tono era de no entender esas prisas.Lo de que había conocido a alguien me había dejado tocada y hundida, eso no me lo esperaba para nada y sentía que me habían arrancado una parte de mi vida.De los nervios, en la tienda, cogí de todo, creo que hasta el chico me miraba incrédulo, pero quería provisionarme de todo para no tener que salir de la cabaña en unos cuantos días, era lo único que en esos momentos me pasaba por la cabeza.Duna me siguió, y es que esa perra parecía que me quería cuidar. Incluso cuando abrí la puerta de la cabaña esperó, moviendo la cabecita a un lado, a que le diera permiso para entrar. Un solo gesto y entró moviendo el rabo.Le puse un cacharro de agua en la terracita de la cabaña y otro con un poco de pienso que había comprado en la tienda.Coloqué todo en la cocina y me tiré en el sofá bocarriba a llorar mientras Duna ponía su cabecita en mi barriga en lo que parecía un intento de consolarme.—Tranquila, tú eres la afortunada que estás con ese gran hombre — murmuré acariciando su cabecita.Y sí, en cierto modo lo era, ella y esa mujer que de repente entró en la vida de Mateo, pisando fuerte. No debía ser ninguna tontería cuando me lo contó de esa manera y es que, a veces, la vida se sigue empeñando en oscurecer más nuestras vidas. La mía la estaba dejando como un día nublado de esos que rompen a llover.Capítulo 2Duna entraba y salía de la cabaña como si fuera su casa, al menos tenía claro que se sentía así.Me había quedado toda la tarde encerrada en la cabaña llorando, ella se daba cuenta y parecía que no me quería dejar sola. No dejaba de lamerme.Estaba anocheciendo cuando escuché dos golpes en la puerta que estaba abierta y levanté la cabeza del sofá para mirar.—Hola —sonreí levemente —. Pasa, estás en tu casa —le dije a Mateo.—Te he traído un trozo de tortilla de patatas con cebolla —sostenía el plato sobre la mano.—Gracias —me acerqué y lo cogí —. No era necesario.—La acaban de hacer en el bar y tenía muy buena pinta, imaginé que te apetecería.—Gracias de nuevo —se me llenaron los ojos de lágrimas cuando lo puse sobre la mesa que separaba la cocina y la sala de estar.—Alejandra —tocó mi espalda —. Me duele verte así, sé que no estás bien y que lo que te dije te produjo mucho dolor, pero no sé mentir.—Tranquilo, me alegro mucho por ti, te mereces todo lo bonito que te pase.—¿Nos hacemos unos bocatas con esa tortilla y nos los comemos viendo el anochecer? Es fantástico en este lugar.—Vale.—Coge algo, refresca mucho —allí estaban a punto de entrar en la primavera y es que, en Australia, iban al contrario de la mayor parte del mundo en cuestión de estaciones del año —. Yo iré preparando los bocatas.—En la nevera hay latas de refresco.—Perfecto, ahora las cogemos.Duna me acompañó a la habitación y es que esa perrita se estaba convirtiendo en la mejor de mis compañías. La inesperada visita de Mateo con la tortilla me había dejado un tanto más sensible de lo que estaba.Mi cabeza no dejaba de pensar si irme ya o quedarme unos días, pero el varapalo tan grande que me había llevado no me dejaba ni pensar en claro.—Ya estoy lista —dije, apareciendo por la cocina.Mi cabaña era pequeña, entrabas directo al comedor, que daba a la cocina, era de estilo abierto y había dos puertas, una para el dormitorio y otra para el baño.—Y los bocatas también —me hizo un gesto para que saliéramos de allí —. Incluso le preparé uno a Duna —y ella, que parecía que lo había entendido, se puso a mover el rabo de lo más feliz.—Se puso contenta —sonreí mirándola mientras salíamos.Nos sentamos en la arena, mirando al mar y Duna se puso en medio, casi apretando para que le dejáramos sitio.—Se puso celosa.—Sí —sonreí.—Jamás pensé que vendrías. Sigo en shock.—Ya… No me arrepiento de haber venido, quería que supieras personalmente que sentía de todo corazón todos los errores que cometí contigo, pero, no sé, tengo la sensación de estar en el lugar equivocado —miraba hacia el frente y notaba como las lágrimas comenzaban a caer por mis mejillas.—No lo estás —se pegó a mí, echando a Duna a empujones porque no se movía y puso su mano sobre mi hombro —. Esta mañana no me fue fácil decirte lo que pasaba ahora mismo en mi vida, pero si algo tenía claro, es que no quería engañarte en nada.—Tranquilo —noté como apretaba mi mano y luego la llevaba a mi espalda para acariciarla —¿La amas?—No como a ti —en ese momento se me puso la piel de gallina —, pero este lugar me ha dado la tranquilidad que necesitaba para pensar y he llegado a muchas conclusiones —su tono era calmado, sincero, pero se notaba también lleno de dolor.—Entiendo —no entendía nada, pero bueno, es que ni me atrevía a preguntar, ni siquiera me apetecía, estaba de lo más desmoralizada y con el ánimo por el suelo.—Sé que no lo entiendes, ni siquiera te atreves a preguntar por esas conclusiones, estás mal y me duele verte así —subió la mano a mi hombro y se pegó a mí, para besar mi sien. En esos momentos las lágrimas iban a más y es que estaba de lo más triste, no encontraba nada que me pudiera consolar ni un poquito.—Se me pasará —me secaba las lágrimas con las mangas de la sudadera.—Toma —me dio una servilleta —¿Te vas a comer el bocadillo conmigo o no lo vas a probar? —Lo cogió del plato para dármelo.—Claro, me lo comeré —sonreí. No se lo iba a despreciar por nada del mundo, no se lo merecía, además, se había preocupado en traer la tortilla y preparar los bocadillos y eso, había sido un acto muy generoso y bonito por su parte.—Espero no despertarme una mañana y descubrir que te has ido sin despedirte —dijo con tristeza —. Me gustaría que disfrutaras de este lugar al menos unos días.—Me quedaré hasta un día antes de que ella vuelva, si te parece bien —improvisé diciendo lo que dictaba mi corazón.—Por mí, vale —aceptó, e imagino que, a él, eso le parecía justo, además, no se sentiría incómodo con una situación que no se merecía.Nos comimos los bocadillos en silencio, mirando a Duna y el mar, cada uno sumido en sus propios pensamientos. A mí, no me entraba bocado, pero hice de tripas corazón y me lo comí con el mismo cariño con el que él los había preparado.Tras terminarlo, él se pegó aún más a mí y echó su mano por mi hombro.—Me gustaría que pasaran los años y sentir que estás ahí. No me gustaría perder la amistad contigo —ese se había empeñado en que esa noche me diera dos tiros, porque vaya cosas me decía.—¿Cómo puedes convertir en amistad algo que amas con todo tu corazón? Me gustaría saber cómo se hace.Se volvió a hacer un silencio. No podía imaginármelo en otros brazos, era pensarlo y la pena me invadía. Para mí, era imposible ser amiga de alguien a quién amaba con todas mis fuerzas. Al menos por ahora eso era impensable.Estuvimos un buen rato sin decir nada, solo tocando a Duna, mirándola, sonriendo y ella lamiendo a uno y a otro sintiendo que algo sucedía.—Bueno, yo ya me retiro por hoy, estoy agotada —murmuré levantándome.—Claro, te acompaño —cogimos las cosas del suelo con las sobras de comida.Nos dirigimos a mi cabaña, y allí tiramos a la basura lo que llevábamos en las manos.—Bueno —puso su mano en mi nuca y acarició con su dedo pulgar mi mejilla —. Descansa. No pienses mucho, por favor —me besó la frente con su mano aún ahuecada en mi cuello —. Buenas noches.—Buenas noches —respondí con la voz muy apagada.Duna se acercó moviendo el rabo y me agaché para darle un beso en la cabeza y bajo nuestro asombro, se fue para mi habitación y se acostó en el suelo.—Duna, que te esperan.—Déjala, ella sabe con quién quiere estar. Es buena compañía.—Gracias.Se marchó cerrando con cuidado la puerta y me fui hacia la habitación. Ni siquiera me quité la ropa, me tiré en la cama con una mano por fuera con la que acariciaba a Duna.—Gracias, preciosa por quedarte conmigo, no sabes la falta que me hacía ahora mismo.Se escuchó como un ruido de su boca, parecía que quería contestar. Esa perra era como una persona, tenía una sensibilidad increíble.Hablé con mis padres un rato y los tranquilicé. Estaban de lo más preocupados. Los puse al día de todo, no les iba a mentir en nada, ya estaba cansada de mentiras.Capítulo 3Escuché a Duna dar vueltas por la sala y me levanté a abrirle.Salió flechada a hacer pipí y aproveché para sentarme en la escalera de la cabaña a fumar un cigarrillo. En ese momento me apetecía.Por la noche me había desvelado unas cuantas de veces y sentía que me ahogaba, tenía una presión en el pecho bastante fuerte. Ahora me sentía mejor.Entré y me preparé un café en un vaso desechable, me encantaba tomarlos ahí y había comprado en la tienda un montón de ellos.

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