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Sinopsis de La omega del rey de Veronica Medina novela
Reseña del libro La omega del rey de Veronica Medina novela
La omega del rey de Veronica Medina novela pdfLa omega del rey de Veronica Medina novela pdf descargar gratis leer online JoyreadImperio
Alma gemela
Vida secreta
Amor doloroso
Embarazo
Hombre lobo/Mujer loba
Luna
Alfa
Rey/Reina
Concubina
Doncella
Billonario/Billonaria
Chica buena
Caballero
Inocente
dulceCapítulo 1 Visita inesperadaThiago heredó el trono porque se lo merecía, era un alfa que buscaba de alguna manera la paz entre los reinos, muy a pesar de que el rey del norte se mostraba reacio a eso. Si tenía que pelear por su reino lo hacía sin pensarlo dos veces, si tenía que dejar de comer para que su pueblo no pasara hambre, también dejaba de comer para darle un bocado a los más necesitados. Sin duda, era uno de los pocos reyes que han existido hasta el momento que se ha ganado el amor de las personas. No obstante, todavía había ciertas cosas que no creía del todo, y tal vez una de ellas era en los cuentos triviales que se decían en los pueblos. El gran salón estaba lleno de personas, todos estaban en el gran castillo de Ferdinand Lane. Celebrando un nuevo año. Todos estaban allí… Incluso el Reino opuesto, el Reino de los Verlac’s. — Esta fiesta es un fraude, no sé por qué vine. Sabiendo que desde hace muchos años los Lane han querido matarnos sin ninguna razón —suspiró el morocho, junto a su amigo. — Tienes que pensar positivo. Sabes bien que estas fiestas solamente se hacen una vez al año y Ferdinand es muy difícil de entender —Derek se encogió de hombros. — En eso tienes razón, aunque tengo que decir que me tomó por sorpresa su invitación, cuando me llegó esa carta hace ocho días casi me da un infarto. — Eres increíble, sabes que el viejo te tiene en la mira, hasta que no acabe con la existencia de los Verlac’s no dejará de atacarlos —sonrió de lado—. Ahí viene Ferdinand —dijo Derek señalando hacia la derecha del morocho. Este solo rodó los ojos de manera que Ferdinand lo notoria. — Me alegro de que hayas venido, Thiago —sonrió Ferdinand arrogante como siempre. — La verdad es que no quería venir, únicamente lo hice porque Derek me convenció y nada más —se encogió de hombros. — Es muy sabio de tu parte aceptar la invitación que te hice. Pensé que te negarías, al igual que las otras veces —expresó de una forma burlona. — Créeme que estaba a punto de hacerlo, pero como tengo buenos modales y decidí venir para saber que querías de mí —se colocó derecho para mirarlo a los ojos. — Ya sabes lo que de ti. Quiero que te rindas de una vez por todas, así me harás las cosas más fáciles y tu derrota no sería tan humillante —lo miró serio. — Otra vez con lo mismo —Thiago, rio sarcástico—. Ya te lo he dicho miles de veces, no me voy a rendir solo porque a ti te sale del alma que lo haga. Si mi padre no lo hizo, menos lo haré yo ahora que soy el rey de mi reino y de mi gente —dijo orgulloso de haber dicho eso. — Eres igual que el inservible de tu padre, por eso yo mismo decidí matarlo hace años por no hacer lo que le dije por las buenas —Thiago lo miró furioso. — Él murió por defender a su gente de personas como tú, créeme que yo también lo haré si es necesario. Lo haría una y mil veces por mi reino —dijo con sinceridad. — Eso te llevará a la tumba, muchacho, es mejor que hagamos las cosas por las buenas o todo se irá la mierda. — Pues que así sea en nombre de todos los dioses, no voy a ceder ante usted solo por el simple hecho de que le dé la gana — se cruzó de brazos. — Por lo que veo no te podré convencer de lo contrario — sonrió, burlón. — Sabe que mi respuesta siempre será un no y punto. — Todos tienen un precio, tú debes de tenerlo. Así que dímelo y terminamos con esto. — Ya le dije que no me voy a rendir, mi padre murió luchando por su gente y yo lo haría una y mil veces —sonrió Thiago sin dientes. — Te doy mujeres, oro, plata, diamantes, castillos y riquezas inimaginables —dijo el alfa mayor intentando hacerlo cambiar de opinión. — Ya le dije que no y es mi última palabra —dijo decidido. — Ya lo veremos, rey Verlac. Algún día ese reino será mío y yo mismo me encargaré de desaparecer a los de su especie para siempre —se dio la vuelta dejando a Thiago con el corazón en la boca. — Por un momento creí que iba a sacar su espada para matarte o algo así —rio Derek a su lado. — Yo también pensé lo mismo —negó con la cabeza. — Desde ahora deberías cuidarte de ese viejo. Empezando por las bebidas de esta fiesta, si yo fuera tú ni las tocara, pueden tener veneno de cualquier animal —Thiago hizo caso. — Ese viejo piensa que le daré todo tan fácil, está muy equivocado. Soy demasiado orgulloso como para darle lo quiere, así como de esta forma —suspiró. — Eres más que eso. En estos días escuché hablar sobre un hallazgo que hizo un hombre hace unos meses, sobre una supuesta omega mujer que anda en las calles —dijo el rubio y Thiago lo miró extrañado. — Estás loco si consideras eso, las mujeres no pueden nacer omegas, eso es imposible. Los sabios dicen que si alguien nace así, es porque viene a cambiar la suerte de alguien o de algo… no sé muy bien de eso —se encogió de hombros. — En eso tienes razón, en estos días las personas inventan cualquier cosa solo para llamar la atención —respondió el rubio rascándose la nuca—. ¿Qué piensas sobre eso? — Que es una broma de mal gusto, nadie nunca ha nacido siendo omega mujer, solamente por el simple hecho de decir eso, las personas quieren llamar la atención de los demás —dijo con el ceño fruncido. — Creo que tienes razón, pero hace años nació alguien así… según los rumores —Thiago lo interrumpió. — Pero no se comprobó nada de eso, nada más fue un simple chisme de las personas sin oficios de las ciudades vecinas. — ¿Nunca te has preguntado sobre qué pasaría si hubiera una? —preguntó, nervioso. — Pues que es una maldición y nada más —dijo simple, y Derek, suspiró. — Supongo que es mejor dejar esta conversación hasta aquí. Tengo que salir de este lugar lo antes posible —dijo su amigo dándose la vuelta. — ¿Hacia dónde vas? —preguntó confundido. — Solamente necesito salir de aquí lo antes posible —se fue sin esperar una respuesta de Thiago. Suspiro pasando sus manos por su rostro antes de mirar con el ceño fruncido las escaleras de la casa, donde se veía como dos sirvientes subían con bandejas de comida. Thiago es igual que el gato, su curiosidad siempre lo mete en problemas. Vio que nadie le estaba prestando atención y rodeó las escaleras de forma sigilosas hasta llegar a la parte de arriba del castillo y seguir a pasos lentos y sigilosos a los sirvientes, se colocó detrás de unas columnas que estaban de forma estratégica en ese sitio, ocultando su cuerpo. Únicamente tuvo que esperar unos pocos segundos y ver como los sirvientes salían de allí como almas que lleva el diablo y prácticamente corriendo de esa habitación misteriosa. Thiago se acercó a la famosa puerta de donde salía un olor exquisito de algo que no tenía alguna explicación en ese momento. Abrió ambas puertas y el olor se hizo más fuerte de lo que pensaba, se adentró más de manera lenta y cuidadosa, por si de la nada salía algo o alguien dispuesto a atacar. Pero no había nada, todo estaba en silencio, era como si nadie viviera en esa habitación. Todo estaba en orden, los muebles en su lugar y la cama tendida. — ¿Quién eres tú? —saltó al escuchar esa voz. Miró hacia donde provenía la voz y pegó su cuerpo en la pared más cercana y por primera vez en su vida quería desaparecer por el miedo que estaba sintiendo. Se encontraba una mujer omega, viva de carne y hueso. Debía ser una broma de pésimo gusto, lo que estaba viendo en ese instante, una omega no podía existir… — ¿No dirás nada? ¿Quién eres? —intentó acercarse a él, pero Thiago la detuvo. — No te me acerques —si la pared en esos momentos fuera traspasable, él ya estuviera del otro lado—. Por amor a los dioses, no lo hagas, por favor. — Lo siento —se alejó. Thiago la miró de pies a cabeza, era totalmente hermosa. Sus ojos eran de un verde claro, su mirada mostraba una inocencia única, su cabello era rizado en todos los aspectos. — ¿Qué eres? —preguntó, después de unos minutos de silencio. — Soy una omega —susurró la chica como si fuera la cosa más obvia de todas. — Eso es imposible —se pegó más de la pared. — Es verdad, soy la única de mi especie. Lo siento si no me cree, yo no tengo culpa sobre eso —dijo dolida. — Eres una maldición, yo me largo de aquí —se dio la vuelta para irse de allí. La pequeña omega, al ver como la única persona en ese lugar, por primera vez le había dirigido la palabra, se iba, sin querer sus ojos se llenaron de lágrimas y soltó el primer sollozo. — Soy rara, soy asquerosa, nadie me quiere, soy una maldición —la vio maldecirse así misma—. Él siempre me lo dice —dijo entre lágrimas. Thiago se golpeó internamente una y otra vez por la situación y las estúpidas palabras que había dicho. A la mierda todo. Se acercó a la omega si se estaba golpeando las piernas con ambas manos y maldiciéndose ella misma por ser así. La pequeña omega sintió unos brazos a su alrededor y soltó un jadeo de sorpresa que sintió con eso, no lo pensó dos veces y correspondió el abrazo que le estaba dando a ella. Ella rodeó al morocho con ambas manos, sintiendo por primera vez en la vida ese valor único, ese algo que nadie le había querido dar solo por ser como es. Una omega. Thiago no se explicaba lo que estaba haciendo, las personas decían que cuando una omega está cerca de ti muchas cosas pueden pasar. Como, por ejemplo, contraer alguna enfermedad. — ¿Cuál es tu nombre? —preguntó después de unos segundos de silencio. — Dayana —murmuró sorbiendo por la nariz. — Lindo nombre, Dayana —sonrió apartándose de ella. — No, no, sigue así —volvió a abrazarlo. —No sé lo que estoy haciendo, dicen que si estoy cerca de una omega puedo tener una maldición. — Eso es mentira, dicen eso solamente para que nadie se acerque. Nunca me habían hablado, tú eres el primero que lo hace —ahora fue Dayana quien se separó de él. — Me siento algo alagado por eso, pequeña —sonrió el alfa encantado—. Eres hermosa. — Gracias, mi padre dice que me parezco a mi madre —murmuró Dayana, y el alfa se quedó un momento en silencio—. ¿Me tienes miedo? ¿Quieres matarme? — No, no quiero hacer eso —chasqueó la lengua. Thiago sonrió de lado y por inercia llevó una de sus manos a la mejilla de Dayana, quien cerró los ojos y dirigió su rostro hacia dónde estaba la mano de él. —Ya me tengo que ir, Dayana. Si duro más tiempo, aquí van a comenzar a buscarme y no queremos que nos encuentren aquí —se separó de la omega. — Está bien, gracias por estar conmigo y no criticarme más —sonrió de lado. El mayor se levantó del piso y Dayana se quedó en el mismo lugar en el que estaba. — Gracias… ¿Puedo saber su nombre? —preguntó tímida. — Thiago Verlac —dicho eso salió de la habitación. Dayana se quedó en el suelo sonriendo como una idiota.