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Reseña del libro ¿Cuál es tu hombre? novela
Reseña literaria de ¿Cuál es tu hombre? novela
¿Cuál es tu hombre? novela pdf¿Cuál es tu hombre? novela pdf descargar gratis leer online JoyreadBillonario/BillonariaCapítulo 1Estrella Bilardo había recibido muchos mensajes deWhatsApp de este tipo. En el chat aparecía la foto de una pareja desnuda tirada en una enorme cama de hotel sin ningún pudor ni vergüenza. El hombre de la foto era su marido, Sergio Levin, que no la había tocado en el medio año que llevaban casados pero que había tonteado fuera de casa con varias amantes. —Señorita Bilardo, Sergio me pidió que le enviara este mensaje. Dice que no va a volver a casa esta noche, ya que le encanta que le acompañe. La expresión de Estrella permaneció indiferente. «¿Intenta cabrearme con esto?» —Dile que recuerde ponerse un condón. No quisiera que se contagie el SIDA por saltar de una mujer a otra noche tras noche. «¡Ja! Ya me imagino lo furiosa que estará la mujer al recibir este mensaje. Puede que Sergio sea una joya para los demás, pero a mis ojos, no es más que un ente masculino que respira. Cuando pienso en tener que vivir con él, me dan ganas de vomitar». Después de enviar el mensaje, un fuerte portazo sonó fuera, y pudo oír a su suegra quejándose. —¿Por qué sigues en el dormitorio? Te acabo de pedir que cocines, y es como si te pidiera lo más difícil del mundo. ¿Vas a ir contra mí? Llevan medio año casados, pero ni noticias de un hijo. Te estoy dando casa y comida, si fueras una gallina deberías estar poniendo huevos ahora mismo. ¿O te crees una reina? No puedes tener un hijo, y ahora, ¿ni siquiera quieres cocinar? ¿Quieres matarme de hambre? Con un golpe, Estrella abrió la puerta del dormitorio y miró a Lizbeth Born sin expresión. El miedo se apoderó de Lizbeth ante la mirada de Estrella, y retrocedió varios pasos. La furia en su rostro se disolvió instantáneamente como un globo desinflado. Mientras caminaba hacia la sala de estar, murmuró: —No estás dispuesta ni a cocinar, así que está bien que Sergio duerma por ahí. En su interior, Estrella se burló. «Ah, todo es culpa mía, ¿eh? ¿Es tu hijo un santo? ¿Puedo tener un hijo estando sola en casa cuando tu hijo está haciendo el tonto fuera?» Esa noche, tampoco fue a casa. Vagó por las calles donde abundaban los bares y todo tipo de gente iba y venía bajo las coloridas luces de neón. «Desde hace un año que estoy casada, y vivo como si fuera viuda. Ya estoy harta de los engaños de mi marido y de las condenas de mi suegra». Apoyada en la puerta de un bar, una oleada gratuita de emoción la inundó. En ese preciso momento, un hombre pasó por la cabecera de la calle. Sus rasgos eran imprecisos bajo la oscuridad de la noche, pero se podía distinguir que llevaba un traje ajustado, y su figura era sólida. Un aura misteriosa emanaba de él. Tambaleándose, Estrella se dirigió hacia él. —¿Estás solo, guapo? Cuando una dulce voz femenina se acercó, Matías Granda frunció el ceño e instintivamente quiso apartar a la mujer que se había acercado a él. Al fin y al cabo, no tenía ningún interés en una mujer que estaba enyesada frente a un bar. Justo cuando alargó la mano para apartar a Estrella, los faros de un coche parpadearon y pudo ver su rostro con claridad. Sus rasgos eran excepcionales aun estando embriagada, con labios seductores, pelo sedoso y ojos sensuales. «¿Es ella otra vez?» Una sonrisa pícara se manifestó en su rostro, y alargó un brazo para rodear su cintura. —Por supuesto. —Su tono era atrevido y grave. Un rastro de miedo se apoderó de Estrella, pero cuando recordó las repulsivas fotos y videos de su móvil, apretó los dientes y se apoyó en el hombro del muchacho. —En ese caso, ¿te gustaría hacerme compañía? En la suite del hotel, las tenues luces iluminaban el rostro manchado de lágrimas de Estrella. Besando el rabillo del ojo, Matías le preguntó con suavidad: —¿Te arrepientes? Estrella negó con la cabeza. «¿De qué hay que arrepentirse? ¿De haberme casado con Sergio Levin, sólo para llevar una vida de viuda? ¿De unirme me a la familia Levin para ser una máquina de hacer bebés? Todas son consecuencias de mis decisiones, así que no hay nada que lamentar». En el momento siguiente, un par de manos suaves y flexibles se posaron en la cintura de Matías, sintiéndose heladas, pero a la vez deseadas y seductoras. Agarrando esas manos, Matías se dio la vuelta. Mientras apretaba un beso en el hombro de la menuda mujer que tenía debajo, la penetró. En el último momento, Estrella, que había estado apretando los dientes y guardando silencio, abrió los ojos bruscamente, con todo el cuerpo temblando. —Pórtate bien y quédate quieta. Al final, esta fue la única frase que quedó en la mente de Estrella.