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Sinopsis de ¿Quién vuelve loca a quien? de LACRE HANA
¿Quién vuelve loca a quien? de LACRE HANA – Sinopsis:
¿Quién vuelve loca a quien? de LACRE HANA pdf¿Quién vuelve loca a quien? de LACRE HANA pdf descargar gratis leer onlineAna, está en plena explosiones existencial, se altercado entre dejarse desalentarse o llegar huyendo. Puede que lo mejor sería ajustar a un psicólogo. Vero decide mandar a su enamorado, su trabajo y su pueblo, para comunicarse a Barcelona con un sufrimiento momentáneo y compartiendo apartamento con su amiga de la facultad. Es posible que sea un gran error, no obstante necesita alterar su biografía. ¿podrán emanar de la vacilación? Por fortuna la devoción no les falta y hará que sus existencias sean más guardarropas.Historia de amor entre mujeres.Capítulo 1AnaEstirada en mi sofá, mirando la tele, suena el telefonillo y ya sé quién es: mi amiga Maca, que la quiero, pero está muy pesada.—Sube. —Abro la puerta de abajo y dejo entornada la de arriba; me voy otra vez al sofá, donde paso media vida.Maca es mi amiga desde el instituto, las dos éramos unas empollonas; por ese motivo intentaron enfrentarnos, aunque consiguieron lo contrario, porque a mí nunca me gustaron mis compañeros, ni rivalizar, ni pelear, ni siquiera me gustaba hablar. Con Maca era distinto porque no hablaba por hablar, no mentía y, sobre todo, no decía majaderías. Así que me pasaba con ella todo el tiempo, compartíamos libros, películas, hacíamos los trabajos juntas, y en su casa me acogieron como una más, es lo más parecido a una familia que he tenido, adoro a su familia. Fue la primera persona que supo que yo era lesbiana, antes de que yo lo supiera, aunque lo sospechaba; un buen día me dijo:—Ana, ¿puedo hacerte una pregunta?—Claro.—¿A ti te gustan los chicos? —Yo me quedé mirando sin saber bien qué decir—. No es nada malo —se apresuró a decir—, nunca comentas nada cuando digo que un tío está bueno. Es verdad que tampoco lo dices de las chicas, supongo que no lo naturalizas. —Como si yo naturalizara algún tipo de sentimiento.—Maca, no me gustan los chicos. Eso lo tengo claro. Y las chicas tampoco es que lo tenga tan claro, no sé. —Me miró con cara de: «cuéntame más»—. No sé, Maca, tampoco es que vea una chica y quiera decirle cosas bonitas, ni besarla, es que a la vista me gustan más.—Está bien, ya vendrá esa mujer que te robe el corazón. —Y se rio. Francamente, yo esperaba que no ocurriese, no tenía ganas de enfrentarme a mi padre, por un motivo más.Maca entra por la puerta con esa energía que a mí me agota, se pone delante de mí con los brazos en la cintura y una expresión de qué voy a hacer contigo.—Ana, ¿cuánto tiempo vas a estar así? Porque ese sofá no resistirá. —Es graciosa la jodida, yo no tengo ganas de esta conversación otra vez—. Me he cansado de esperar a que salgas del hoyo y, como veo que por ti misma no sales, aquí estoy. —¿Qué coño querrá decir con eso? Al ver que no contesto, sigue—: Mañana es viernes —pongo cara de «no me jodas»—, y te vendrás con la peña a tomar algo, que hace demasiado tiempo que no los ves, y te pones al día de sus andanzas, luego cenaremos y después de bailoteo.—No me apetece nada, Maca.—Me da igual, además, vendrá mi amiga Vero de la universidad. Te he hablado muchas veces de ella, se ha venido a vivir. Quiero que la conozcas.—Maca, por favor, no tengo humor para conocer a nadie, en serio; otro día.—No. Mañana en el Pitu’s a las ocho.—No voy a ir.—Si a las ocho y cuarto no estás, juro que te vengo a buscar y te llevo a patadas.Dios, qué pesada es.—Vale.—Nada de vale, promételo.—Venga ya, ya te he dicho que vale. —Qué pesadilla.—Promételo, de tus vales ya me he cansado. ¿O quieres que te venga a buscar?Ni su casa ni su trabajo ni el Pitu’s están cerca de mi casa; aun así, sé que vendría.—Te prometo que iré, saludaré a la peña y conoceré a tu amiga, lo de cenar y, sobre todo, lo del bailoteo me lo perdonas.—Te perdonaré que te vayas cuando quieras después de cenar.—Joder, Maca.—¿Trato hecho? —Sé que lo hace por mi bien; aun así, me jode.—Si me voy antes, no te vuelvas loca.—Ana, tienes que decirme qué te pasa. Es imposible que estés de esta manera por Sonia, ya hace seis meses… y, joder, tampoco es que te importara tanto.—No lo sé, de verdad que no lo sé.—¿Tu padre?Detesto trabajar con un padre perfeccionista —y ¿por qué no decirlo? Bastante déspota— con el que no me he llevado bien nunca, ni esforzándome; en ocasiones, intentamos resetear para comenzar de nuevo nuestra relación, sobre todo cuando se nos va de las manos. No puedo decir que me afecte demasiado, la relación con mi padre es crónica, lo tengo asumido.—No creo.—Ana, antes me lo contabas todo, ¿qué narices ha cambiado?Maca, quieres que te explique que últimamente no me apetece vivir, pensarás que estoy fatal y te preocuparas en exceso. Además, no siempre te lo he contado todo.—Puede que Sonia no fuera la mujer de mi vida, pero encontrarla en mi cama con otra me jodió bastante, la echo de menos; echo de menos sus besos, sus abrazos, —lo que más echo de menos es ver a una mujer guapa pasearse en bragas por mi casa—. Y en el trabajo, pues que quieras que te diga como siempre.—Me da igual, no te encerrarás en casa. Tienes que salir para conocer gente y con «gente» me refiero a alguna mujer que te vuelva a dar «besos y abrazos». —Sonríe y me mira picarona.—Está bien, mañana iré a un bar de heteros, cenaré con heteros e iré a bailar con heteros, con la finalidad de conocer a alguien que me dé «besos y abrazos». —Pongo mi mueca más irónica y le guiño un ojo.—Estupendo, vendrás a bailar. —Y, con la mejor de sus sonrisas, me da un beso en la mejilla y yo me quedo con la certeza de que contra Maca no tengo nada que hacer.—¿Tu amiga Vero es la que siempre follaba con tíos en vuestro cuarto y por eso me llamabas para hacer tiempo? — Es mejor cambiar de tema.—Sí, qué puta envidia le tenía.—Genial, otra hetero dando consejos; lo que me faltaba.Maca sonríe y se sienta junto a mí en el sofá.—¿Pedimos algo para cenar y buscamos algo que ver?—Perfecto. —Me la quedo mirando, me enternece su amabilidad, algún día le debería decir que la quiero, que los momentos del sofá viendo una peli son mis favoritos, que sus conversaciones, cuando no se mete conmigo, son fascinantes y que sin ella mi vida sería aún más mierda de lo que es—. Maca.—Dime.—Creo que tengo que ir a psicólogo. —No sé por qué he dicho eso; se me ha escapado, aunque es cierto que hace días que lo pienso.—Es una idea magnífica. —Se incorpora entusiasmada—. Mañana te envío varios teléfonos de los mejores psicólogos y tú eliges. ¿O prefieres que me ocupe yo?—Para, para… Lo estoy meditando, dame tiempo.—¿Cuánto?—¿Cuánto qué?—Tiempo.—Maca, vamos a cenar y a ver una película. —si tenía dudas, Maca, me acaba de confirmar que tengo que ir a un psicólogo de cabeza—. ¿Tan mal me ves?—No, ir a un psicólogo no es malo.Tengo 27 años, trabajo en una empresa familiar donde no podemos ni vernos, he estudiado lo que me dijeron que estudiara, sin replantearme nada. Las dos personas que me quisieron tal y como era, mi madre y mi abuelo materno, fallecieron hace años y siempre tengo la sensación de que con la vida que llevo los defraudo cada día. Porque ellos eran soñadores y yo soy una conformista. Es posible que sí necesite ayuda.A veces, me imagino delante de un psicólogo; sentada, justo enfrente de él y quedarme en blanco, sin ser capaz de decir ni una palabra; hasta he tenido pesadillas con eso. Además, por dónde empezar también me preocupa: ¿La familia, el trabajo, mi falta de autoestima…? Tengo tantas mierdas que elegir una es difícil; joder, me pone muy nerviosa pensarlo.Capítulo 2Ana—Buenos días, despierta, dormilona, que vas a llegar tarde. Te he dejado el desayuno preparado. —Maca me da un beso en la mejilla. Ya está vestida y duchada.—¿Qué hora es? —pregunto sobresaltada.—Tranquila, es pronto, tengo que pasar por casa para cambiarme. Adiós, nos vemos esta tarde, no te olvides.La observo mientras se va, tan segura de sí misma. Cómo me gustaría ser así. Ayer se nos hizo tarde y al final se quedó a dormir; lo hace muchas veces y a mí me encanta porque no me siento tan sola.Me dirijo hacia el trabajo, sé que hoy va a haber tormenta y ya me estoy preparando. Martín va a estar que trina y me va a tirar la artillería encima y, aunque tengo aguante, hoy me he levantado más feliz de lo habitual y me jode que me lo joda.Martín es el hijo de Marta, la mujer de mi padre, es un año mayor que yo y es insoportable. He sufrido por su culpa, acoso escolar, robo, falta de intimidad; todo esto pasando por bromas de mal gusto constantes, y en el trabajo se le ocurren alternativas de negocio absurdas, sin ningún tipo de estudio de mercado, no se le puede negar que tiene imaginación.En cuanto llego, Sandra, la chica de recepción me dice con cara de miedo:—Buenos días, señora Solé. Su padre ha dejado el mensaje de que debe ir directa a su despacho.No sé si me habla con miedo o respeto; nunca le he dicho nada malo, que yo recuerde. Me da igual… Tampoco es que yo quiera tener amigos aquí.—Buenos días, Sandra, ahora voy.Me dirijo hacia el despacho de mi padre y noto miradas extrañas. Eso es que se ha puesto a gritar como un energúmeno, con su mala leche habitual, y dan gracias que no son ellos a los que les ha tocado la bronca. Respiro profundo y llamo a la puerta.—¡Entra!—Buenos días, me han dicho …—Siéntate. —Me siento y lo miro, está enfadado y cansado, mal asunto—. ¿Se puede saber por qué has vuelto a denegar la propuesta de tu hermano?Siempre doy marcha atrás a sus proyectos porque no son rentables, él se enfada, deja de hablarme y arma el lío familiar, mi padre intenta poner paz sabiendo de sobra que yo tengo razón y lo conforma con expectativas de futuro. Yo me enervo, y me quemo un poco más cada día. En honor a la verdad, ya no sé, si no veo la rentabilidad porque lo ha hecho él o porque tengo razón, me considero objetiva, pero con él pierdo la perspectiva.—No es mi hermano. ¿La has leído? Porque si la hubieras…—Ya vale, no podemos estar anulando a tu hermano cada vez que tiene una idea; le quitamos creatividad.¿Creatividad? ¿En serio?—¿Pretendes que diga que es viable?—Lo que pretendo es que, cuando hagas tus estudios de viabilidad, lo hagas con más cariño, que es tu familia. Tienes que buscar la manera de que sea viable. —Intento hablar, no me deja—. Ana, necesito que des por buena alguna de sus ideas y que hagas que funcione.Vete a la mierda, papá.—Primero, Martín no es mi hermano —mi padre bufa—. Segundo, sus ideas son fantasiosas y nada realistas, y, tercero, yo no soy creativa, por lo que no puedo dar cuerpo a una ilusión. Tienes ingenieros en la empresa; pídeles a ellos que den forma a esas fantasías. —Mi padre me mira cómo «qué poco me ayudas, hija».—Ana, ya sé que no eres creativa, tú haces números —nunca he sabido si lo dice para ofenderme o no se da ni cuenta—, y que no le tienes ningún aprecio a tu hermano —erre que erre—, a veces hay que involucrarse.Toma ya.—Esa es tu manera de decir que no tienes ninguna intención de enseñar el proyecto de Martín a ninguno de los ingenieros para que no piensen que es un patán. Como yo ya lo sé, todo queda en casa. ¿Es eso?—No me jodas más, Ana. Si no quieres ayudarme, tendré que tomar decisiones.¿Qué coño habrá querido decir con eso?—Haz lo que tengas que hacer. —Me levanto.—Ana, hoy comemos los cuatro, a las dos en el italiano, ese que le gusta a Marta.—Tengo planes.—Me da igual. Los anulas. A las dos.—Genial.Bueno, pues ya está, lo han conseguido: las nueve y cuarto de la mañana y ya estoy de mala hostia. Me dirijo hacia mi despacho y continúan las miradas. Mejor que un psicólogo lo que me vendría bien es un saco de boxeo, siento una presión en el pecho muy extraña. Llego a mi despacho y me falta el aire, tengo la necesidad de sentarme porque empiezo a ver borroso y sentirme mareada, un sudor frío me recorre el cuerpo. Después de un momento de total confusión, empiezo a respirar hondo. ¿Qué coño me ha pasado?Pasadas unas horas, Laura, mi secretaria, me trae un café e intenta entablar conversación.—¿Tan mal ha ido?—Ha sido como siempre. Además, mi padre ha decidido que vamos a comer en familia.—Menos mal que es viernes, si no a ver quién te aguanta esta tarde.—Con franqueza, dudo que el lunes se me haya pasado. —Sonríe porque sabe que exagero todo, soy bastante dramática, para qué engañarnos; la señalo con el dedo—. Lo digo en serio. —Nunca me toma muy en serio, por fortuna.Laura es la única persona en la empresa que no me tiene miedo, sabe cómo soy y cómo quiero las cosas. Con ella no tengo ningún conflicto. Tengo que decir que la fama de ogro me la he ganado a pulso, mi apariencia es seria, no suelo hablar con nadie y, si hablo, es porque quiero algo y lo quiero ya; además, me parezco bastante a mi padre, que es el ogro mayor.Voy andando al restaurante, lo que hace que llegue quince minutos tarde. Los tres me están esperando con cara amargada; qué ganas tengo de dar media vuelta e irme. Respiro y entro para encontrarme con mi adorada familia.—Hola, siento el retraso. —Le doy un beso en la mejilla a Marta, hago un gesto con la cabeza a mi padre y a Martín, y me siento.—Por fin, ya podemos pedir, ¿sabes lo que quieres? —Dice mi querido padre, afirmo con la cabeza, no tengo ni idea de lo que quiero, ahora no me voy a poner a leer la carta; pediré lo que pidan.Empiezan a tener una conversación trivial entre ellos, yo voy afirmando de vez en cuando, sobre todo cuando me miran. Martín no lo hace, ni me dirige la palabra; debe de pensar que me jode, en realidad lo agradezco.—Bueno, entonces, ¿cuándo empiezo el proyecto?, ¿elegiré yo a los colaboradores? — dice Martín orgulloso.Yo miro a mi padre, con curiosidad.—Puedes empezar a seleccionar a tres personas de tu confianza y, cuando lo tengas todo preparado, elegiremos el día de inicio.Tremenda bajada de pantalones, tiene su gracia.—Perfecto, quiero empezar cuanto antes; estoy muy ilusionado.Qué cretino.Marta lo mira ensimismada, lo quiere con locura y a mí me da envidia. Marta es una madre comprometida, no tengo nada en contra de ella, siempre me ha tratado bien, nunca me ha hecho sentir mal, exceptuando cuando se ha puesto a favor de su hijo, como buena madre abnegada. Lo cierto es que hace feliz a mi padre y no me molesta en nada. Hubiera preferido que me diera algún abrazo de vez en cuando, aunque seguro que mi carácter no se lo ha puesto fácil.A mi padre, en cambio, se le nota el escepticismo y sabe que se está equivocando. Mira a Martín como el hijo que no tuvo, le gusta, le divierte, vamos que lo adoptaría, si no fuera porque Martín tiene a su padre vivito y coleando.Termina la comida cordial y, cuando nos estamos despidiendo, mi padre me coge del brazo y me aparta para poder hablar a solas.—Espero que hagas lo posible para que esto funcione.Qué huevos tiene.—Espero que inviertas poco y asumas que vas a perder. Me voy. Nos vemos el lunes.Me vuelve a coger del brazo y se acerca.—Ana, por favor, si no puedo confiar en ti, ¿en quién voy a hacerlo?—¿En Martín?—En él confío, más que en ti, créeme.Lo tengo clarísimo.—Hasta el lunes, papá.En realidad, no me sorprende nada su reacción. Se enrabieta y dice tonterías, de las que luego se arrepiente, o eso espero. Yo sé que mi padre me quiere; sin embargo, su forma de querer tiene muchas carencias y a mí ya no me apetece esperar a ver si algún día demuestra que me quiere sin reservas, sin pensar que le hubiera gustado más tener un hijo varón o por lo menos tener una hija normal.Me voy al parque andando, me tumbo en el césped y dejo la mente en blanco. Estoy cansada de todo esto y además no lo necesito. Debería dejar la empresa de mi padre; nadie es imprescindible y se las apañará. Martín no es inteligente, pero le quiere; no haría algo que lo perjudicara.Hace siete años mi abuelo por parte de madre murió y me dejó toda la herencia; tengo que decir que yo era su única familia viva. Vendió todo lo que tenía y se fue a una residencia. Yo lo iba a ver muchas veces, me gustaba hablar con él, me tranquilizaba; de hecho, él y Maca son las personas que más he querido desde siempre.La herencia fue un talón de 112 523 euros y una nota que decía: «Confío en ti, pasa de tu padre y crea algo por tu cuenta, te irá bien». Yo estaba estudiando, y ya sabía que le iba a defraudar, como defraudé a mi madre. Ella siempre decía que yo tenía que ser lo que yo quisiera, no lo que decía mi padre, luego me sonreía y me daba un abrazo muy grande. Me hacía sentir muy bien esa sonrisa y mejor su abrazo; no tengo muchos recuerdos de ella, murió cuando tenía ocho años. Aún siento que les he fallado a los dos.Con la herencia no sabía qué hacer, nunca me hizo falta el dinero, quiero decir que mi padre me proporcionaba todo lo que necesitaba y nunca fui caprichosa, ni gastaba por gastar, mis amigos eran todos humildes, básicamente eran los amigos de Maca, que me adoptaron, y mis gastos significaban lo que ellos podían hacer, que no era mucho. Nunca he querido destacar, así que me adaptaba sin problemas.Un día, leyendo el periódico, me llamo la atención una noticia que hablaba de una criptomoneda llamada Bitcoin, le comenté a mi padre que sería una buena inversión y me trató de loca. Después de pensarlo, decidí invertir toda la herencia. Cinco años después, el Bitcoin subió como la espuma y me entró miedo de que explotara la burbuja, aunque yo todavía creía que subiría más, y cambié la mitad. Era multimillonaria, una verdadera barbaridad teniendo en cuenta que, además, yo no sabía qué hacer con el dinero.Todo esto me dio muchísimos problemas para colocar el dinero. No podía tener tantos millones en una cuenta, así que tuve que crear empresas y un montón de historias. Tampoco quería que saliera a la luz ese asunto, ya que era consciente de que había periodistas y agentes bursátiles interesados en conocer a la persona que dio el pelotazo. Por ahora, me mantenía de incógnito.No se lo he dicho nunca a nadie; en primer lugar, porque no quería que me llamaran loca, por gastarme toda la herencia en eso y luego, no sabía cómo decir que era multimillonaria.Seguir trabajando en algo que no me hace feliz es de tontos. En definitiva, tengo que empezar a tomar decisiones: ir al psicólogo, dejar el trabajo, hacer un viaje a tomar por culo; no sé, algo tengo que hacer.Me imagino en el psicólogo: «Uno de mis problemas es que tengo tanto dinero que no necesito trabajar, en vez de hacer algo por mí, me quemo día tras día en el trabajo, con mi padre que no me soporta y un hermanastro imbécil. Y como si fuera poco presiento que soy como mi padre y no es mi persona preferida precisamente». ¿Qué me diría ese señor?Capítulo 3AnaYa en mi casa, recién duchada, estoy decidiendo qué ropa ponerme. No sé si me apetece ir o no; por una parte, estar con la peña me distrae, y por la otra, dar explicaciones de por qué no he dado señales de vida en meses, lo de Sonia y que se compadezcan de mí, me da pereza, algún día tenía que pasar. Espero que Maca me ayude a reconducir la conversación.Cuando llego al Pitu’s, me entran las dudas y no sé si entrar, es complicado ser yo, no se lo recomiendo a nadie.—No se comen a nadie ahí dentro —me dice una chica.—¿Estás segura? —le respondo fijándome en ella. Joder, qué mujer más guapa, ¿de dónde ha salido?—Casi segura.Sonríe, madre mía, qué sonrisa. ¿Qué me pasa?—¿Has venido sola? —Joder, se me ha escapado, me están ardiendo las orejas. Es hetero, es hetero.—No, con una amiga. ¿Entras o no? —Me responde con otra sonrisa.Solo si tú entras también.—Sí, claro. —Dejo de mirarla sintiéndome desdichada, voy hacia la puerta y empujo para entrar. Qué poco dura la felicidad.Enseguida veo a mis colegas; dos besos, pocos abrazos y algún que otro «cuánto tiempo», nos saludamos, haciendo las preguntas cordiales correspondientes, mientras yo no paro de pensar en la mujer de la entrada y miro para ver si la vuelvo a ver. Maca iba canalizando la conversación para que no me sintiera del todo mal y, de pronto, la bomba.—Mira, allí está Vero. —Me giro y allí está ella: preciosa y dirigiéndose a nosotras con una sonrisa enorme y fabulosa. Joder, ella es Vero, qué mierda.—Te presento a Verónica, más conocida por Vero. Ella es Ana, sois mis dos mejores amigas y por fin os conocéis. —Maca está emocionadísima, yo no sé qué decir ahora mismo, preferiría que me pasara un camión por encima.—Un placer —dice Vero, acercándose para darme dos besos—, ya tenía ganas de conocerte —con una sonrisa en la que me apetece quedarme a vivir.Me toca, qué digo, por dios, Ana, no seas tú.—Lo mismo digo.Ellas empiezan a hablar entusiasmadas y yo me martirizo, ¿por qué mierda he venido a conocer a la tía más maravillosa que he visto en mi vida? Que además es hetero y, aunque no lo fuera, está fuera de mi alcance.—Ana —Maca llamando mi atención—, vamos a cenar. Vienen Vero, Manu, Jorge y Gabi, los demás prefieren irse directos a la discoteca. ¿Estás bien? —Pues no, Maca, no estoy bien. ¿Cómo voy a estar bien? Si voy a estar en una cena de baile de gallitos entre Jorge y Gabi para conquistar a Vero, mientras yo muero de la ansiedad.—Podría estar mejor, venga, vamos. —No quiero preocupar más a Maca.—Qué dramática eres —me dice mientras me pasa el brazo por los hombros—, vamos.Ahora mismo estoy viendo un documental de cómo los machos intentan aparearse con la hembra disponible. Porque no lo he dicho, pero Manu está por Maca y Maca por Manu; no lo dicen, no sé por qué, aunque hace un año, como poco, que se acuestan y van siempre juntos.Gracias a las insistentes preguntas de Jorge y Gabi, ya sé que trabaja en la misma escuela de idiomas que Maca y comparten piso, seguramente Maca me lo ha dicho antes; como iba a saber que Vero, es está mujer que tengo delante, tendría que haber estado más atenta.Tanto Vero como Maca han estudiado magisterio y un Grado en Traducción e Interpretación, aunque no les resulta fácil encontrar un buen trabajo. También sé que Vero acaba de dejar una relación y que no está por la labor de empezar otra. Eso lo sé porque no está dando coba a ninguno de los dos, que no paran de insinuarse. Tampoco tiene intención de contar demasiado, todo con una estupenda sonrisa y una amabilidad sorprendente.En los cafés una conversación entre Maca y Vero me da a entender que de la relación ha salido bastante escaldada, además Vero ha bebido bastante vino y empieza estar más suelta. Jorge, que es más atrevido que yo, le dice:—Un clavo sale con otro clavo.Vero lo mira y empieza a reír, yo juro que me la comería ahora mismo. Creo que he empezado a babear; mi semblante siempre es bastante frío, por lo que no se me nota demasiado, a estos dos les falta un babero.—No, no y no. Me niego a pasar otra vez por ¿con quién vas?, ¿a dónde vas?, por los celos, las peleas, por las desconfianzas; paso.Lo siento, Vero, sé que no está justificado, pero ¿tú te has visto?, ¿quién no tendría celos?—Pero no todos somos iguales —ahora es Gabi quien lo intenta—, yo no soy nada celoso —con una sonrisilla como diciendo «yo quiero el polvazo de mi vida».—Bueno, por ahora, no quiero nada, quiero estar sola y replantearme cosas.Dios, ¿qué cosas? ¿Tu sexualidad? ¿Te has dado cuenta de que los hombres no merecen la pena y quieres probar algo distinto?—Y tú, Ana, ya hace tiempo que te dejó Sonia, ¿no piensas rehacer tu vida?Me cago en todo, Gabi. Me quedo parada mirando a Gabi, «¿Y esto a qué viene?».—Es verdad, Ana. ¿Cuánto, hace ocho meses? —pregunta Manu. Maca lo mira con cara de «te voy a matar». Todos me miran a mí, incluida Vero, que me mira con carita de pena. Yo no tengo ganas de esto ahora, joder.—Sonia no dejó a Ana —aclara Maca—. Ana la dejó porque le puso los cuernos.Genial, mucho mejor; prefería la primera versión, la verdad. Ahora todos me miran como «¡la pobre!». Quiero matar a Maca y me han entrado unas ganas irrefrenables de irme; me levanto y Maca me coge del brazo y dice:—¡Vamos a bailar!De inmediato, se levanta Vero y dice:—¡Eso, vamos a bailar!Allí que vamos, como no tengo ganas de hablar, nada más llegar pedimos los cubatas y tomo una determinación: esta noche ya no va a mejorar, lo de intentar algo con Vero está descartado, así que me pongo a bailar y a beber como si no hubiera un mañana, porque si la sigo mirando, toda la ciudad se va a dar cuenta de que me vuelve loca. Maca y Vero a mi lado se ríen, bailan, hablan. Yo decido que ya me da igual todo y que hoy voy a coger un pedo que voy a salir en las noticias.Y así debió de ser, porque me despierto con un dolor de cabeza horrible, estoy desorientada y noto a alguien a mi lado, me la quedo mirando y es Vero dormida. Joder, no puede ser; si nos hemos acostado juntas, yo quiero recordarlo, joder, joder. Relájate, piensa, las dos estamos vestidas y con un aspecto lamentable. Miro con lentitud la habitación y la reconozco: es la habitación de invitados de Maca. Lo más probable es que las dos nos emborrachamos ayer y la buena de Maca no me dejó ir a casa. Esa es la explicación más probable. Por un momento, me quedo mirando a Vero y lamento que la primera opción no tuviera ni la más mínima posibilidad. Noto como las neuronas se están despertando, Vero vive con Maca, o sea que esta debe de ser su habitación.Me levanto despacio para no despertarla y voy a la cocina; tengo una sed horrible. Me encuentro a mi amiga besuqueando a Manu; me alegro de que les vaya bien, los dos son buena gente, aunque no entiendo por qué no lo dicen.—Buenos días. —Me acaba de salir una voz de ultratumba y los dos se han separado al instante.—Buenos días, ¿cómo estás? Menudo espectáculo ayer —dice Manu sonriendo. No sé si quiere despistarme por lo que acabo de ver o en verdad si di un espectáculo. Miro a Maca para saber más.—Buenos días, cariño; no le hagas caso. Tú necesitabas sacar lastre y lo hiciste, claro que sí.—¿Qué lastre? ¿De qué hablas? —Los dos se ríen. Mierda, ¿qué hice ayer?—Nada, bailaste hasta que los pies no te daban más y luego dejaste a tu padre, a tu hermano y a Sonia como unos trapitos, dijiste varias majaderías sobre los bitcoins y le dijiste a Vero que era la mujer más bonita que habías visto en tu vida. —Me paralizo en el acto. ¿Cómo la voy a mirar ahora? Dios, no puedo, no puedo, me tiemblan las piernas.—No es mi hermano; me voy, tengo cosas que hacer.—No digas tonterías, desayuna y luego si quieres te vas. A Vero le hizo mucha gracia y tampoco se acordará. —Cómo me conoce.—Desayuno y me voy. —Maca me pone un café y unas tostadas.—Buenos días. —Vero sale también con voz de cazalla; es humana, es bueno saberlo. Yo me avergüenzo y miro al suelo. Todos responden a sus buenos días.Qué bonita es hasta con resaca. Empiezo a sentir un temblor en la entrepierna y humedad. Joder, intenta por lo menos que no se note. Desayuno rápido e intento no mirarla demasiado. Casi masticando la tostada, me despido dándole un beso a Maca y me miran con cara de «qué bicho le ha picado», la verdad, que yo soy rara es un tema superado.Cojo un taxi y decido intentar no volver a verla, me desestabiliza demasiado y yo no necesito eso. Ya en casa, empieza a faltarme el aire y tengo que sentarme en el suelo porque las piernas me fallan. Joder, otro ataque de ansiedad. Es definitivo, tengo que ir a un psicólogo, estoy empeorando. Me quedo pensando en qué le diría: «Pues, mira, es que nunca me había gustado tanto una mujer y resulta que tengo alergia». Es absurdo.Capítulo 4AnaEs lunes y he decidido no ir al trabajo, he llamado a la oficina y he dicho que no me encuentro bien. Nunca había faltado al trabajo. Tengo una salud que no me la merezco. Mi padre está obsesionado con hacerme una revisión cada seis meses, por si me pasa lo mismo que a mi madre. Es otra de las muchas peleas que tenemos porque que exagera y no tiene en cuenta mi opinión.He salido a dar una vuelta, así que aprovecharé para comprar algo de ropa en un centro comercial de esos enormes donde, me entretengo mirando tiendas de todo tipo. Me gusta salir a comprar si voy sola, con más gente ni de coña, se detienen en todo; cuando voy con gente, me dedico a esperar y desesperar.Mientras voy hacia casa, compruebo mi teléfono; es raro, no lo había hecho en toda la mañana. Tenía seis llamadas perdidas de mi padre, once de la oficina y una de Maca. Era muy raro que Maca me llamara un lunes por la mañana, así que decido llamarla.—Hola.—Maca, ¿qué te pasa?—Nada.—Maca, ¿cómo que nada? ¿Dónde estás?—En casa.—Voy.No me lo pienso; en menos de quince minutos estoy llamando a su puerta. Estoy muy nerviosa. Maca no acostumbra a llamarme por las mañanas. Cuando abre, me quedo muerta: ella y Vero están disfrazadas y meándose de risa. Yo no entiendo nada y me enfado un poco.—¿Para qué me has llamado?—Para invitarte a comer.—¿Cómo que a comer? —Me estaba poniendo de los nervios—. ¿No trabajas hoy?—Sí, por la tarde. ¿Y tú?—Hoy me he pedido fiesta. —Maca me mira asombrada.—¿Qué te pasa?—Lo que me pasa es que tengo una amiga idiota que me ha llamado por la mañana, algo que nunca hace, y me he asustado. —Ahora me mira con cariño y Vero se empieza a reír. No sé qué gracia tiene, la verdad. La mala leche se me empieza a notar.—Cariño —Maca me abraza. Es idiota, pero un amor—, no sabía que te ibas a preocupar. Estábamos hablando de ir a comer y pensamos en ti. —Eso es bonito, lo admito—. ¿Entonces te vienes?—No me des estos sustos, por favor. —Mientras hablamos, Vero se estaba cambiando y aparece con un vaquero y camisa. Está preciosa, yo no sé si resistiré la comida; empiezo a sentirme muy mal, el estómago me da vueltas.—Me cambio en un momento. Vamos andando, que está aquí al lado.—Claro. —Ya me falta el aire, Vero está delante de mí sonriendo y mirándome. Espero que no pretenda que diga algo. Maca sale en unos minutos eternos, ya cambiada.—Venga, vamos tirando —dice Maca.—Voy a llamar un momento a la oficina.Maca pone cara de fastidio.—No estés una hora hablando y vamos adelantando camino. —Cojo el teléfono y tenía alguna llamada perdida más. Joder, sí que estaba movidita la oficina para ser lunes.—Laura, ¿qué pasa?—Hostias, Ana. ¿Dónde mierda te metes? —Está bastante alterada—. Tu padre está como loco; no se ha creído que estabas mala y ha empezado a gritar como un loco, que qué te has creído, que qué mierda te pasa por la cabeza. ¿Le has llamado?—No, quería hablar contigo primero. ¿Ha pasado algo?—No lo sé, a primera hora estaba aquí preguntando dónde estabas.—Está bien, relájate. Se ha levantado belicoso, sin más; no te preocupes.—Que no me preocupe, tú no sabes cómo se ha puesto.—Me lo imagino, vete a comer tranquila, ahora lo llamo. —Maca me hace una señal de que corte.—Una llamada más. —Le hago gesto de perdón y seguimos andando. Miro el teléfono, respiro profundo y allá voy.—¡¡¡Hombre!!! Mi hija se digna a dar señales de vida, qué maravillosa sorpresa. —Estaba bastante irritado.—Buenas tardes, papá. ¿Qué quieres? —Dicen que un buen ataque es la mejor defensa, así que se lo digo un poco áspera.—Vaya, no me digas, ¿la señora está ofendida? —No entiendo por qué está tan molesto; sí que es desagradable a veces, aunque suele tener motivos.—Papá, en serio. ¿Qué quieres?—¿Por qué no has venido a trabajar? Y no me digas lo de que no te encuentras bien.—Si no te puedo decir que no me encuentro bien, no sé qué decirte. —Oigo un resoplido importante y empieza a respirar de una forma exagerada; de verdad que hay algo que yo me he perdido.—¿Has leído los periódicos hoy?—No.—Entonces no sabes que el Ibex35 está bajando. De hecho, está bajando la bolsa entera y voy a perder todo el dinero que invertí.Vaya es eso. Lo de dramática me viene de casta.—Papá, relájate, te va a dar algo. —Desde luego, a mi padre el dinero es lo que le mueve el suelo.—¡¿Qué?! —chillando—, me dijiste que subiría y está bajando, ¿ahora qué tengo que hacer?—Nada, te tomas una tila y mañana verás que todo empieza a subir de nuevo y de aquí a un mes ya veremos.—Ja, ni hablar. Lo he vendido todo hace una hora. No podía esperar a ver cómo todos los ahorros se perdían.Menudo imbécil, ahora era yo la que se estaba enfureciendo.—¿Has vendido? —No me lo podía creer.—Sí, ya está, ya me dijo Martín que era un gran error.Como no el señor Martín.—Martín, ¿tu corredor de bolsa? —La ironía me salía sola.—Martín, tu hermano. —Estoy segura de que lo dice porque sabe que me jode.—Pues si ya estás más tranquilo, todo solucionado. —Esta conversación ya me estaba agotando.—Para ti es fácil decirlo, tú no has perdido nada, así que no, no estoy tranquilo.—Pues espérate a dentro de una semana cuando vuelva a subir, porque todos los marcadores indican que subirá, entonces te tirarás de los pocos pelos que te quedan.—Por ahora, vete pensando cómo compensar la pérdida.¿Por qué nunca me escucha? A la mierda.—¿Quieres algo más?—¿Tienes intención de venir a trabajar? —Entonces me fijo en Vero; está en la puerta del restaurante junto con Maca, las dos ríen, se me paraliza el pulso y empiezo a sentir que esta comida es una mala idea. Maca me hace una señal de que entran y yo afirmo, mientras mi padre hace ruido—. ¡Ana! ¿Me oyes?—Papá, tengo que dejarte.—Ana, no cuelgues, mañana empieza el proyecto de tu hermano, hoy lo hemos aplazado por el disgusto. —Yo no dejo de mirarla; es, sin duda, la mujer de mi vida, aunque jamás se fijará en mí—. Así que, por favor, ven y apóyalo.—No es mi hermano. —Insisto y cuelgo.Me empieza a dar una taquicardia y me falta la respiración. No voy a poder entrar y comportarme de forma normal, no voy a poder. Me quedo un rato, apoyada en un muro a un lado del restaurante, empiezo a intentar respirar y poco a poco consigo estabilizarme. Decido entrar, si sigo aquí, al final Maca saldrá a buscarme. Ya dentro, tengo una duda existencial: ¿qué es mejor, sentarme al lado de ella o enfrente? Joder, qué mierda, mejor al lado, así no la veo todo el rato, claro que si me roza me muero. ¿Nunca hay una solución fácil? Sentarme al lado será lo mejor, separando ligeramente la silla, para que sea difícil rozarnos.—¿Habéis pedido? —La miro otra vez y empiezo a sentir una humedad en la entrepierna. Joder, qué sensaciones más extrañas me hace sentir.—No, te estábamos esperando, lo que si hemos pedido son tres cañas. Mira, por ahí vienen. —Qué bien, Ana, no te pases bebiendo que se te va la lengua.—Bien, yo quiero lo de siempre. —Maca sonríe y Vero sigue mirando qué pedir. Va a ser una comida muy larga.—¿Todo bien? —me pregunta Maca y Vero me mira. Yo intento no mirarla, me pone muy nerviosa.—Como siempre. —Maca siempre ha intentado entender la relación con mi padre, lo cierto es que no lo consigue.—¿Cuándo lo enviarás a la mierda?—Cualquier día de estos. —Siempre le digo lo mismo, lo que Maca no sabe es que ahora voy bastante en serio.—Sabes que no lo necesitas. Estoy segura de que en cuanto estés libre te lloverán ofertas.Era bastante cierto, en muchas ocasiones me hacían ofertas de trabajo, yo siempre las rechazo por lo de la familia. Aunque si me voy, no me apetece demasiado trabajar para nadie; porque no lo necesito.—Lo sé, dejemos de hablar de mí, ¿a qué hora entráis a trabajar?—A las cinco —me mira con morritos—. Le dije a Vero de echar una primi y se le ha olvidado. Ahora no nos queda otra. —Vero mira a Maca, se ríe y niega con la cabeza. Son graciosas las dos juntas.Después de dos horas, terminamos de comer, de reírnos y de decir tonterías. Se despiden de mí y van a trabajar. Yo no tengo muy claro lo que voy a hacer, iré a casa a leer, es mi pasión junto con cocinar, y eso lo hago de maravilla. Decidido, me voy a casa.En casa, no dejo de pensar en Vero, no sé cómo tratarla cuando estamos juntas, ni le hablo, debe de pensar que soy idiota, es que estoy segura de que, si le hablo, todo el mundo se dará cuenta de que me muero por tocarla y me señalarán con el dedo y me dirán: «Ella no es para ti, se te va la olla».Si voy a un psicólogo, me arreglará mi falta total de autoestima; es una posibilidad o lo acabaré desesperando. «Verá usted, señor, resulta que me gusta una chica, no le hablo apenas para que no lo note, porque sé que ni en un millón de años se fijaría en mí y no soportaría que se burlara o, peor, que sintiera pena por mí». No sé por qué me imagino al psicólogo escribiendo como un loco y sin levantar la cabeza para disimular que piensa lo mismo que yo.Capítulo 5Vero—Maca, ¿por qué no le caigo bien a Ana? —Estamos en el sofá viendo la tele después de cenar.—¿Por qué crees que le caes mal?—Pues no sé, porque evita mirarme o hablarme, así como ejemplo. —Maca me mira con cara de «qué tontería» y yo de «no entiendo que no te des cuenta».—Vero, no te lo tomes a mal. Ana es así. Cuando no conoce a alguien, lo ignora, no le caes mal ni bien, simplemente no te ve.Qué bicho más raro.—¿Y eso te parece normal?—No, para nada, que quieres que te diga, es así. Además, sé que le caes bien. Te recuerdo que te dijo que eras la mujer más guapa que había visto en su vida.—No me dijo eso, bueno, no sé lo que me dijo, y no cuenta por qué ella estaba borracha y yo más. —Maca se ríe.—Vaya mierda pillasteis.Sé que Ana había salido de una relación y que su novia le había puesto los cuernos. Entiendo que tampoco está pasando por su mejor momento, lo que no entiendo es como consiguió tener novia.—¿Cómo os hicisteis amigas? —Maca sonríe porque yo tengo cara de que nada me resulta más difícil.—Pues, verás, cuando acabé el cole con todos sobresalientes, mi tutor habló con mi madre y le dijo que con mis notas me cogerían becada en el instinto de pijos sin problema, mi madre no se lo pensó y movió todo para que así fuera. A mí no me hizo ninguna gracia, imagínate cambiar de compañeros para ir a un instituto de pijos. Me enfadé muchísimo.—Normal, a mí me hubiera dado un patatús, eso te pasa por ser tan empollona. —Le doy un empujón cariñoso.—Pues sí. —Me saca la lengua, las dos reímos—. La cuestión es que, cuando llegué con mi ropa, mi bolsa y mis bolis, saltaba a la vista que yo no era como ellos y enseguida corrió la voz de que yo estaba allí por empollona. Entonces conocí a Ana, la gente intentaba picarla diciendo que yo le iba a quitar el puesto de empollona mayor y cosas así, ella ni se inmutaba, no me miraba, ni me hablaba. —Eso me suena—. Tengo que decir que ni a mí ni a nadie. Un buen día me cansé, fui y le dije: «hola». Ella estaba en el recreo leyendo, intenté sacar un tema de conversación, no se molestó ni en mirarme. Así que cogí mi libro, me senté al lado de ella y me puse a leer. Al rato sacó unas golosinas de la bolsa y me las ofreció, yo acepté y así empezó nuestra amistad.—¿En serio? ¿Le molestaba que le hablaras?—No, le molestaba que le hablara cuando leía, luego te escuchaba sin problemas, es más, estoy segura de que le encanta cuando le cuento mis historias.—Eso es normal, a mí también me gustan.Maca es única, contando historietas y tiene mucha gracia.—Luego siempre me elegía para hacer los trabajos y cosas así. Y hasta ahora. Es buena tía, en serio. Es que le cuesta hacer amistades.—Si tú lo dices. —Es difícil creer que sea tan rarita.—En serio, mi plan es invitaros muchas veces, para estar juntas y que ella se acostumbre, para eso necesito que me ayudes un poco.Maca es terrible, ella y sus planes. Cómo le voy a decir que no, encima que me ha acogido en su casa en mi peor situación, me ha encontrado trabajo y está pendiente de que no me hunda. Por supuesto que, si mi amiga necesita que yo me haga amiga de esa tía rara, eso haré.—Cuenta conmigo.Maca me mira complacida.—Verás cómo, cuando la conozcas, querrás que ella sea tu mejor amiga y no yo. —Me entra la risa, dudo mucho que pasemos de soportarnos.—Eso es imposible. —Y reímos las dos.Tanto Maca como yo tenemos que conformarnos con dar clases en una academia de idiomas. Por fortuna, mis padres se obsesionaron con que aprendiera idiomas. Trabajamos algunas mañanas, en realidad las horas fuertes son a partir de las cinco de la tarde; está bien y es divertido si no fuera porque el sueldo no nos da para vivir.En mi pueblo era profesora de instituto, cuando tomé la decisión de irme, ya que no aguantaba más la situación, lo dejé todo. Aquí en Barcelona he echado mil currículos, por ahora lo de entrar en un instituto es muy difícil, así que tendré que esperar. Quiero cambiar por los ingresos; por lo demás, me encanta mi trabajo.Desde que vivo en Barcelona, no duermo y estoy intranquila; las peleas diarias con mis padres no ayudan a que me relaje; me estoy volviendo loca, cambiando una situación privilegiada por la total incertidumbre; luego me doy cuenta de que en mi pueblo me sentía ahogada y necesitaba respirar. Desde que estoy aquí soy más feliz, aunque me preocupa estar molestando a Maca y no saber cuándo me valdré por mí misma, Maca hace lo posible para quitarle importancia y se lo agradezco.Y luego está Ana, ese es otro tema, no entiendo que sea tan especial ni la amistad con Maca. Cuando la ha llamado, ha venido enseguida preocupada; un punto positivo. Que no me diga nada…, eso lo llevo peor, hemos estado la una enfrente de la otra esperando a que Maca se cambiara, yo con mi mejor sonrisa y la tía no ha dicho nada, joder que no ha dicho ni hola. Me va a costar ser su amiga, por Maca intentaré que por lo menos no se me note.Me he despertado tarde. La verdad es que no tener que madrugar es otro punto a favor. Maca no está, seguro ha salido a correr; lo hace todas las mañanas. He intentado acompañarla en alguna ocasión, pero soy un lastre, porque ella está en forma y yo no. Yo estoy recién levantada y ella hace por lo menos una hora que corre; las comparaciones son odiosas.Cuando suena la cafetera, oigo la puerta abrirse y entra Maca con su sonrisa, siempre sonríe; a mí me alucina lo feliz que es. Viene directa hacia mí y me da un beso tierno en la mejilla. La adoro.—Buenos días, deberías venirte a correr conmigo.—No tengo tu nivel, no quiero estorbarte.—Si no empiezas a correr, nunca llegarás al nivel.—Tienes razón, mañana me levanto contigo —tiene un don para dar ánimos—, he hecho el desayuno.—Qué bien, me muero de hambre. ¿Tienes algún plan para esta mañana?—Ojalá.—Como veo que te escribes con Gabi… —me dice con retintín.—Qué va, es cierto que me escribe, aunque a mí no me apetece empezar nada con nadie. —Gabi está muy insistente en que salgamos, yo le doy largas. No es que me caiga mal ni nada, me basta con saber que es el amigo de Maca, no quiero líos.—Tómate tu tiempo, no te preocupes; en cuanto tengas ánimo, salimos de caza, como antes.—¿De caza? —Nos reímos—. ¿Qué dirá Manu de que vayas de caza?—Que diga lo que quiera —lo dice como si le diera igual, a mí algo me dice que no es así.—En serio, ¿qué tienes con Manu?—Nada. —La miro con cara de «eso no te lo crees ni tú»—. Bueno, nos acostamos de vez en cuando, nada más.—¿Por qué?—Por qué ¿qué?—Os lleváis bien, sé que folláis bien. —Mi amiga me mira sorprendida—. Te recuerdo que vivo aquí —me sonrojo—. ¿Qué os frena?—No lo sé. —Me hace un gesto de «yo no tengo todas las respuestas, qué quieres que te diga». Qué complicadas son las relaciones.Todo con Maca es fácil; la única pega es cuando sale el nombre de Ana, entonces se me eriza la piel; no lo puedo remediar. ¿Tendré envidia de la relación de Maca y Ana? No, no, si esa mujer fuera normal, ahora seríamos amigas. Nunca he sido celosa. Ese no es el motivo; es ella, su actitud conmigo lo que me pone en tensión.—Esta noche he quedado con Ana, en su casa para cenar y ver alguna película. ¿Te vienes?Jo, no me mires así.—¿No se molestará? Es mejor que vayas tú, así podéis hablar. —De lo que sea que hables con ese ser.—Claro que no le molesta, ya le he dicho que vienes. Cuenta contigo. —Esa parte no me la creo y se lo hago ver con una mirada—. Es verdad, si le cayeras mal, me lo diría.—Y si no te lo dice porque sabe que somos amigas y no quiere hacerte daño.—Si no le cayeras bien, me lo diría sin más y le importaría una mierda si me importa o no.—Iré, pero si se comporta como si no estuviera, te pido, por favor, que no me obligues a ir a su casa, busquemos sitios más neutrales.—Lo dices como si estuvierais en guerra.—No, no es eso, es que me hace sentir muy incómoda.—Ya te he dicho que, cuando empiece a verte, eso cambiará y tú me prometiste que me ayudarías.—Tienes razón, tengo que intentar que ese bicho raro se acostumbre a mi olor para que no me repela.Maca se empieza a reír y yo también; de pronto, se para y muy seria me dice:—No está bien que te metas con Ana. —Yo me sorprendo por su seriedad, cuando no aguanta más empieza a reírse sin parar y, entre sollozos, dice—: Sí que es rara la jodida.Así que, después de coger dos metros y casi una hora de trayecto, ya estamos en el portal donde vive Ana.—¿Es rica?La zona mola y el portal brilla.—Ella dice que es acomodada; yo digo que le sale el dinero por las orejas. El piso era de su madre, por lo que no paga nada de alquiler ni hipoteca. Ella dice que la empresa de su padre no paga lo que debería, estoy segura de que es más de lo que cobramos las dos juntas.—Eso tampoco es tan difícil. —Hago un mohín.—Ya, además, su abuelo materno cuando falleció también se lo dejó todo a ella.—¡Cómo debe de ser el resto de la familia!—Qué tonta eres; era su única nieta, y su única hija había fallecido.—Vamos, que es rica.—Pues no sé qué niveles hay de rica, diría que sí. ¿Preparada? —Qué remedio, afirmo con un gesto, y llama a la puerta.Abre la puerta Ana y, por su expresión, me queda claro que no nos esperaba o por lo menos no me esperaba a mí. Joder, Maca, ¿por qué me haces esto? Así que empiezo a ponerme muy nerviosa. No estoy acostumbrada a no gustarle a la gente, suelo caer bien. No sé cómo tratar esta situación.Nos saludamos con cordialidad, aunque entre Ana y yo ha sido un simple gesto. Mientras hablan, me quedo mirando el piso y, joder, qué piso. Es enorme, la decoración fría como la dueña, todas las paredes de un escrupuloso blanco —debe de pintar muy a menudo—, los muebles también blancos. Maca y Ana se dirigen a la cocina para hacer algo de cena; yo prefiero quedarme sola. Por supuesto, no se ha ofrecido a que vea el resto del piso.Las dos salen sonriendo con varios platos en la mano. Todo tiene muy buena pinta, ponen los platos en la mesita de delante de la televisión y nos sentamos en el suelo. Está todo buenísimo, son varias tapas, se nota el toque casero. Maca no para de hablar de nuestro trabajo y nuestros compañeros. Yo estoy disfrutando como una golfa comiendo mientras que Ana no come casi nada. No me extraña que esté tan delgada; los ricos deben de ser así.Está siendo una velada muy agradable, gracias a Maca, claro. Ana está más relajada y se ríe de las tonterías de Maca, le sigue las payasadas. Se nota que son amigas desde siempre porque se entienden a la perfección. Maca no para de sacar vino y yo no tengo nada mejor que hacer que beber; ellas también beben, aunque de un modo más relajado. Empiezo a soltar la lengua, siempre me pasa cuando bebo. Todo está bien, nos reímos las tres, esto no me lo esperaba. Cuando miro el reloj, son las tres y media: es tardísimo. Ana mira su reloj, sonríe y dice:—Quedaos a dormir —mira a Maca—, id a tu cuarto, los demás están vacíos.—¿Cuándo piensas amueblar el resto?—No lo sé, algún día. —Maca se ríe, no para—. ¿Qué?—Nada, es que cuanto más me lo explicas, menos lo entiendo —y se ríe más.—¿El qué? —No resisto, tengo que saber de qué hablan. Ana me mira y noto que se siente incómoda.—Aquí, mi queridísima amiga, cuando encontró a Sonia con otra en su cama, le dijo: «Te doy dos días para que cojas lo que tengas que coger y te largues de mi casa», y lo hizo —cada vez se ríe más—, se lo llevó todo.—¿Todos los muebles? —Maca se ríe y Ana, cada vez está más incómoda, me relaja saber que no es por mí. ¿O sí?—No, se lo llevó todo hasta sus bragas, sus fotos, todo.—¿Y qué hiciste, la denunciaste? —Maca se vuelve a reír—Dile lo que hiciste Ana.Ana tuerce el gesto; ya no le apetece nada estar con su amiga.—Nada —dijo sin más—, no tenía ganas de hablar con ella.Estoy impactada, te lo quitan todo y no haces nada. No lo entendía; por mucho que lo intente, jamás voy a entenderla.—Sonia la llamó cien mil veces, quería volver, que todo había sido un error, Ana no quería saber nada y no dejó que le explicara nada.—Ya Maca, es hora de irse a dormir, ya sabes dónde están las cosas —y de repente todo el buen rollo que había, se esfumó.—Ana no te enfades, va porfa.—Estoy cansada, tengo sueño.—No te enfades. —Maca abraza muy fuerte a Ana, que intenta zafarse, y Maca no la suelta. A mí me produce mucha ternura ese gesto, debe ser muy normal entre ellas.Capítulo 6VeroEn la cama, Maca y yo seguimos hablando:—¿Por qué no la denunció? —Me cuesta creer que no intentara que le devolviera sus pertenencias.—En realidad, Ana se sentía culpable.—¡Venga ya! ¿Cómo va a ser culpa suya que le pusiera los cuernos?—Es una historia muy larga. —Maca bosteza, yo aún necesito saber más, no sé por qué, lo necesito.—Cuéntamela, por favor. —Y puse mi cara de perrito chico, me suele funcionar.—Es que Ana ya se ha ido enfadada, solo falta que se cabree más conmigo. —Maca está preocupada, es una sensiblera.—Maca, quiero entenderla.—No la entenderás más si te cuento el porqué. —Joder, cada vez necesito saber más, ahora ya es una cuestión de vida o muerte.—Prometo no juzgar y no contar nada. —Con nuestro gesto de juramento, de cuando éramos compañeras en la universidad. Maca me mira y sonríe.—Está bien, verás, Ana conoció a Sonia en una de esas aplicaciones de encontrar pareja, obligamos a Ana a que hiciera un perfil, porque la verdad es que no tenía mucha intención de buscar una relación, siempre dice que el amor no es para ella. Y empiezo a pensar que tiene razón.—¿Por qué dices que tiene razón?—Porque la conozco desde el instituto y nunca la he visto interesada en nadie y mucho menos enamorada.—¿Nunca? ¿No será que es muy reservada y no te diste cuenta?—Puede ser, por lo que ella cuenta, sé y veo, diría que no. —Lo veo difícil—. Tuvo una relación en la universidad con una chica que tenía novio. Esa chica por lo visto era tan fría como Ana, se acostaban y después nada de nada. Vamos, que cuando se acabó la universidad no se volvieron a ver nunca y Ana no ha vuelto a hablar de ella.—¿Y qué pasó con Sonia?—Pues, después de que le taladráramos la cabeza, aceptó a ir a varias citas. Tuvo dos, que ya antes de la cena, se había vuelto a casa, una con la que cenó y otra con la que fue al cine. Cuando todos estábamos a punto de rendirnos, y Ana decidió que sería la última, apareció Sonia, una mujer decidida, cariñosa que a Ana le gustó desde el principio. —La miro con cara de «eso no puede ser»—. El primer día ya se acostaron, bastante raro para Ana, que necesita un poco más de confianza, Sonia es así, muy zalamera. —Ahora es Maca la que me mira como «qué quieres que te diga»—. Siempre hay un tiesto para una maceta. —Me río.—Perdón, sigue.—Nada, que Sonia se empezó a meter en la vida de Ana, en todos los aspectos. Fue teniendo un sitio aquí en esta casa, ella sabía que Ana jamás se lo iba a pedir por qué creía que era su personalidad, lo cierto …—¿Qué?—Lo cierto es que Ana no sabía cómo decirle que no estaba enamorada de ella y que no sentía lo mismo.—Joder, qué palo, ¿pero algo sentiría?—Claro, lo que sentía era cariño y se acostumbró a tenerla cerca. Sonia era muy cariñosa y a Ana eso le gustaba, aunque siempre se sintió culpable.—¿Cómo lo sabes? ¿Lo crees o estás segura? ¿Cuánto tiempo estuvieron juntas?—Juntas aproximadamente tres años y lo sé porque me lo contaba todo.—¿Tres años? ¿Y consideras que eso no es amor?—Al principio todo iba bien, poco a poco la culpabilidad de Ana le hacía separarse de ella, aumentaba las horas de trabajo y cosas así. Su intención era que se marchara por cansancio.—¿Sigues siendo amiga de Sonia?—A veces quedamos para hablar, ella no acaba de aceptar que por un error, Ana no la perdone y lo sigue intentando, aunque cada vez menos. Antes era continuo. Ana se fue a vivir a otro piso de su padre durante un tiempo para no encontrársela.—Joder unos tanto y otros tan poco.—Bueno, ya está bien, vamos a dormir, buenas noches. —Maca me da un beso en la mejilla y se da media vuelta para acomodarse en la cama.—Buenas noches.Yo me quedo un rato pensando en todo lo que me ha contado Maca. No entiendo que alguien se pillara así por Ana, solo en el caso de que Sonia fuera una cazafortunas. No hay otra posibilidad que me entre en la cabeza; tiene que ser eso.Al despertar me siento desubicada, entre el alcohol y que la habitación no me es familiar. Poco a poco, empiezo a entender dónde estoy, me giro y veo que Maca ya no está. Yo siempre he sido muy dormilona, me cuesta despertarme de un salto como hace Maca, siempre he remoloneado y me gusta alargar el sueño cinco minutos más, que acaba siendo una hora.Me levanto y encuentro una nota de Maca: «Tienes el desayuno hecho, te he dejado ropa en el cuarto de baño para poder cambiarte, dúchate tranquila, estoy corriendo, enseguida vuelvo». Es un amor, Maca siempre está pendiente de mí, es imposible quererla más.Voy a la cocina y me encuentro a Ana leyendo el periódico, que levanta la cabeza ligeramente y me saluda con un gesto de «no molestes demasiado», y yo me cago en todo por dentro. Volvemos a lo mismo, ¿en serio? Hago el mismo gesto, o peor, para saludarla. Veo que hay café hecho, zumo, croissants, ensaimadas, tostadas; vamos, de todo. La verdad es que tengo hambre y sed. Como la anfitriona pasa de mí, empiezo a desayunar.Cuando todavía estoy comiendo, veo que Ana cierra el periódico, comprueba el móvil y se levanta, coge la chaqueta para irse y no dice ni adiós. Empiezo a cabrearme, no la entiendo y ya no tengo ganas de ser comedida, por lo que exploto.—¿Por qué te caigo tan mal? —Se lo digo cabreada y ella me mira confundida.—No me caes mal.—Ah, ¿no? En serio, entonces, ¿por qué no me hablas? —Ana me mira con cara de «no entiendo qué dices» y yo me estoy cabreando más y más.—Sí que te hablo.—Entiendo que Maca te ha impuesto mi presencia y no te guste, puedo entender que no te guste. —Mi voz va aumentando decibelios a medida que hablo—. De hecho, tú tampoco me gustas a mí, por lo tanto, estamos igual, ¿podrías intentar tener un poco de cortesía? Y por lo menos decir «Buenos días». No es mucho pedir. Le he prometido a Maca, porque la quiero, que te daré una oportunidad. Qué quieres que te diga, no lo pones nada fácil, eres muy desagradable y me haces sentir mal siempre que te tengo cerca. —Ana me mira esta vez como si estuviera apenada, desilusionada… No acabo de entender esa cara, no es la que esperaba.—No tienes que hacer ningún esfuerzo por aguantarme. —Le cuesta hablar y se le nota afectada. Dios, qué he hecho—. Intentaré que no nos junte, que tengas un buen día. —Cierra la puerta y se va.¿Será verdad y en realidad no le caigo mal? En este momento me siento fatal. He cometido un error de los gordos, ¿cómo se lo explico a Maca?, ¿por qué me he enfurecido tanto?, ¿por qué no podía dejar las cosas como estaban? Mierda, se lo he prometido a Maca. ¿Cómo la he fallado de esta manera? Mierda, mierda, remierda. ¿Cómo soy tan egoísta? Qué mierda de problema tengo para que me afecte tanto esta tía, joder, me va a volver loca.Capítulo 7AnaMe siento fatal, estoy agotada, mi vida se va a la mierda y es imposible frenarla de ninguna de las maneras, me siento como si estuviera en caída libre, hasta noto el aire que choca en mi cara; sin embargo, no entra nada en los pulmones.¿Por qué no he podido contestarle que me cae bien, mejor que bien, que no tengo nada en contra de ella y que los días son más bonitos cuando la veo? ¿Por qué no he podido tratarla normal? Ahora piensa que soy subnormal, sin educación, joder, cómo le digo que cada vez que la veo me quedo sin palabras, sin aire, que no soy capaz de portarme como una persona racional.No dejo de darle vueltas a cómo me he comportado con Vero, lo he hecho tan mal que me desprecia. ¿Cómo lo he hecho tan mal? Vaya mierda.Cuando llego al trabajo paso por delante de Sandra.—Buenos días, Sandra. —No era tan difícil, por qué no dije «Buenos días, Vero», esta mañana.—Buenos días, señora Solé, su padre quiere que vaya a verlo.—Gracias, ahora voy. —Me siento como si tuviera una pinza en el estómago, y mi padre no va a ayudar en nada a que se me pase. Me dirijo hacia su oficina y, como siempre, hay un silencio y unas miradas tétricas. Llamo a la puerta.—Pasa —dice mi padre mirando unos papeles, entro y veo que también está Martín. Magnífico.—Buenos días. —Me siento sin que él me lo diga. Estoy agotada, hoy no aguanto el día completo, estoy segura.—A ver, Ana, tenemos todos estos planos, datos, facturas-proforma que les tienes que echar un ojo y dar consentimiento. —No entiendo por qué tengo que dar el consentimiento si ya lo ha dado él, que es el jefe supremo, tampoco entiendo por qué intenta involucrarme en el proyecto de Martín, si sabe que lo detesto y sobre todo no entiendo que le dé vida a un proyecto que va a fracasar—. Ana, ¿me escuchas?—Sí, no estoy de acuerdo. —Mi padre me mira esperando un poco de colaboración, hoy no va a ser el día.—¿Lo ves? Ana no quiere ayudarme en nada. Deberías dejar que yo elija mi equipo para poder avanzar —dice Martín. Mi padre lo mira a él y luego a mí; se está impacientando.—¿En serio no nos vas a ayudar? Somos tu familia.Estoy un poco harta de que elija siempre la baza de la familia, ya me da igual. En mi cabeza está Vero y la cagada de no saludarla. Me cago en mi vida.—Papá, te lo he dicho por activa y por pasiva, yo no estoy de acuerdo con este proyecto, va a ser un fracaso y no quiero participar en nada.—Ya estamos, siempre en contra mía. ¿Lo ves? No puede ni verme, no me respeta. ¿Es que no lo ves? —dice Martín, que no miente en nada. Busca lástima y mi padre está receptivo. Yo siento lástima por mí misma.—Martín, déjanos a solas un momento. —A Martín eso no le sienta nada bien y se le nota; se va refunfuñando.—Ana, ¿qué te pasa? —¿Mi padre se ha dado cuenta de que me pasa algo? Es como poco sorprendente—. No puedes tratar tan mal a tu hermano. Cuando sea el presidente, será mejor que te lleves bien con él. —Ahora sí que creo que el mundo se ha confabulado para que yo hoy no levante cabeza, mi padre pone cara de «Se me ha escapado»—. No quería decírtelo así, entiéndeme.