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Cual es el argumento de Almas de Papel de Lina Luna novela
Reseña literaria de Almas de Papel de Lina Luna novela
Almas de Papel de Lina Luna novela pdfAlmas de Papel de Lina Luna novela pdf descargar gratis leer online JoyreadPoema, acción y un piedad de dispongo de prevés en almas de papel, zoe es una colegial facultativa cuya suceso aproximadamente letárgica no prometía sobremanera se lanza hasta que advirtió a max, joven apuesto y subrepticio que enmendaría su vida por inviolado revelándole su fiel semilla, y en un giro de su emisaria historia abrirá que puede seducir a más de una prójimo.gesta impactante, habituada en la población novísimo y un humanidad repentino medioeval con episodio, poema, fantasía y un final de golpe y porrazo.¡ven y transparenta esta hermoso historia de poema épico! Una novela agraciada que no te aburrirá.Capítulo 1CAPÍTULO 1 “Timor Domini principium scientiae sapientiam atque doctrinam stulti despiciunt” “El principio de la sabiduría es el temor del Señor los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.” Proverbios 1:7 “¿Habrá alguna idea que merezca no ser pensada de nuevo?” Elías CanettiAlgunos viven en una eterna inconformidad con sus vidas porque anhelaron ser algo más, la mayoría de las personas desean vivir vidas diferentes a las suyas, bueno ese no era mi caso, yo vivía la vida tranquila y normal de una chica de diecinueve años que se dedicaba a estudiar y a hacer lo que se supone hacemos las jóvenes de nuestra edad. No estaba deseando vivir de otra forma, no era que ahelaba tener una vida extraordinaria ni distinta de los común salvo forjarme un futuro como todo el mundo quiere hacerlo, estudiar una carrera uniersitaria, graduarme, ser independiente econímicamente, encontrat el amor… todo el mundo quiere encontrar el amor, eso no es nada nuevo, casarme… algún día, ¿Porque no? e incluso, tener hijos… lo normal… No había siquiera hecho el esfuerzo por irme a vivir sola porque disfruto mucho de la compañía de mi padre, estaba feliz con mi vida y no quería otra, sin embargo hay cosas que uno no elige, que han sido así desde siempre aunque no las sepamos y que en algún momento han de salir a la luz para desequilibrar tu apacible existencia, eso es lo que me ocurrió a mí, después de pensar que ciertas situaciones solo eran posibles en mundos imaginarios, vine a enterarme que la idea de “imaginario” es bastante discutible. ¿Qué es lo real?, ¿alguien puede definir con exactitud esa idea?, ¿no será que hay algo más que ver y conocer que solo lo que nuestros sentidos son capaces de captar? Y ¿qué es el ser, y el tiempo, y la materia, y la muerte, y la cosa, y lo que sea?, estas preguntas se han tratado de responder una y otra vez por los grandes genios del pensamiento pero, ¿realmente alguien ha dado en el clavo con la respuesta? Nunca antes me vi en la necesidad de hacerme preguntas existenciales salvo en las clases de filosofía y eso porque tenía que aprobar, pero ahora después de todo lo que he pasado y lo que me falta por pelear no hay nada más claro en mi vida que el preguntarme a diario ¿quién soy, en donde estoy y que es lo que se espera que yo haga?, y para que puedan entenderme, voy a contarles parte de mi vida, aquella parte en donde todo en lo que yo creía dejó de ser, o mejor dicho, en donde creí en lo que siempre había sido. *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** En la mañana, cuando desperté aún podía recordar algunos detalles del sueño que tuve durante la noche, ese sueño recurrente que he tenido casi desde que tengo uso de razón, en el que veo los personajes de una obra Shakespereana vistiendo llamativos atuendos, las damas van de vestido largo con mangas anchas y ajustados corpiños, y los caballeros suelen blandir relucientes espadas. En mi sueño estoy en una habitación de techos altos y abovedados, unos monolitos de piedra superpuestos forman las gruesas paredes decoradas al estilo barroco. La chimenea calienta el interior lúgubre apenas iluminado por antorchas colocadas estratégicamente aquí y allá, la alfombra de piel de leopardo se derrama extendida por el suelo y en un extremo la pesada puerta de madera con cerrojos de hierro permanece entreabierta como esperando la salida fugitiva de quienes en el interior del salón aguardan impacientes. Sentada en un sillón una joven mujer de tez dulce y expresión angustiada me abraza y me susurra una tonada infantil con trémula voz: “…el amor y el perdón son la fuerza más poderosa que existe…” tararea, es hermosa a pesar de lo abatida que se ve, sus largos cabellos caen en una cascada encendida como el fuego a uno y otro lado de su rostro, una exquisita piedra azul de agua marina engastada finamente en una pieza de plata pende de una cadena sobre su pecho, un medallón, de hecho es mi medallón, el que era de mi madre, a quién no recuerdo por haber muerto cuando aún yo era muy niña, la mente suele hacerte jugarretas mientras sueñas… Dos doncellas están atentas a los ruidos de afuera, al galopar de caballos desbocados, al chirriar de golpes metálicos seguidos de gritos y profundos lamentos, las brasas consumen la madera seca de las construcciones, los sollozos continúan al tiempo que el caos se incrementa, gente corre y grita algo en una lengua que no comprendo, pero que, sin embargo, sé que he oído antes, el humo comienza a colarse cuál intruso sin permiso por entre las hendijas en el interior del vestíbulo y las llamas suben sobre las paredes lamiendo todo a su paso, hasta llegar al techo, de donde se desprenden las vigas de madera que vienen a caer sobre la dama, un hombre cuyo rostro no puedo ver con una espada en la mano empuja la puerta, y entonces… despierto. Siempre he tenido una extraña fascinación por ese período de la historia, no sé, quizás por aquello del “oscurantismo” que da la impresión de algo oculto, misterioso, de historias que no fueron escritas, nombres no mencionados, fechas y eventos perdidos en el tiempo de los que no quedan registros, bueno, eso es al menos lo que dice mi padre, tal vez ese gusto lo heredé de él quién es un amante de lo antiguo, lo fabuloso y lo mítico como maestro de literatura que es. Todavía estaba en mi ensueño de caballeros con armaduras y princesas atrapadas en torres, cuándo sonó el despertador y me sobresaltó anunciándome que ya era hora de levantarme, otro lunes, otra semana que comenzaba, otra jornada más, miré el reloj: 05:30 am. Me puse de pie y respiré hondo, casi podía oler el humo dentro de mi habitación como si el fuego del castillo se hubiera filtrado desde la tierra de Morpheus hasta mi cuarto, era así siempre que tenía ese sueño, a veces me despertaba gritando cosas inentendibles y en más de una ocasión le di sustos de muerte a mi padre que sabía de mis pesadillas desde chica; me dirigí directo a la ducha en donde estuve unos veinte minutos bajo el agua tibia para sacudirme la pereza. Me vestí de forma habitual, con unos jeans desteñidos, una camiseta sin mangas, botas de piel hasta media pierna y una chaqueta, por si llueve, en Mérida nunca se sabe si estará soleado o si de pronto después del medio día se desploma un chaparrón, así que hay que estar preparada. Ya iba de salida cuando recordé mi marca de nacimiento, rebusqué en un cajón una bandana y la até a mi mano izquierda para ocultar la mancha rosa de la que todo el mundo quiere saber, y de la que siempre me pregunto por qué si es un lunar parece más un león con sus patas delanteras levantadas y las fauces abiertas. Comí en la cafetería de la facultad pastelitos con jugo de naranja y luego caminé a través de la plaza pasando junto a la estatua donde Don Simón Rodríguez permanece sentado en una banca de parque, inmóvil y eterno, con su mirada sabia y tres niños a sus pies escuchando la enseñanza de su maestro, unas chicas se retrataban paradas a un lado, sentadas en la misma banca y haciendo muecas, sonreí ante la escena, desde que instalaron esa pieza la gente no pierde oportunidad de hacerse fotografías con ella. Seguí escaleras abajo y doblé hacia la derecha para entrar al edificio, atravesé el pasillo hasta mi mesa preferida de la biblioteca, me gusta llegar temprano para disfrutar de la soledad y el silencio, y así poder leer un poco antes de las clases, además ha sido una costumbre desde que estaba en el colegio, cuando era niña pasaba los ratos de descanso en la biblioteca, mi lugar favorito, siempre preferí la compañía de un libro a la de la gente y creo que sigue siendo así, he conocido a muchas personas, pero me cuesta mantener las relaciones sociales llamar por teléfono o enviar mensajes, creo que me comunico mejor con los personajes de las historias que suelo leer que con los seres humanos comunes y corrientes. Hice tiempo hasta el primer bloque de mi nuevo horario, bueno hasta que divisé al otro lado del salón a una parejita en una situación incómoda, se trataba de Adriana, una joven con la que había cursado buena parte de la carrera, estaba con un chico alto y musculoso de cabello negro, solo lo vi de espaldas por unos segundos y no creo que fuera estudiante de la escuela no me pareció familiar, pero conociéndola supuse que sería su novio de turno, no quise quedarme a ver los detalles de su encuentro así que me retiré con prudencia. Después de haber recorrido las estanterías repletas de revistas en la hemeroteca, mire mi reloj y me di cuenta de que estaba sobre la hora, así que me encamine a clase de literatura española, estamos comenzando semestre, mi cuarto semestre de letras, bueno para la mayoría de los que estamos en el curso, el grupo ha sido bastante compacto hasta ahora, están los come libros, que vienen a clase solo por el título porque ya se han leído la biblioteca completa, los raros, que visten de negro y se hacen tatuajes aparentando ser algo que no son, los hippies, que traen el cabello pegado y oculto bajo un enorme gorro de lana tejido, los despreocupados que son esos que desde que comenzaron han manifestado que su objetivo no es estudiar letras, sino haber ingresado a la universidad para luego cambiar de carrera, pero que aun así siguen aquí, quizás porque muy en el fondo les agrada la literatura o porque no han podido realizar el cambio, quién sabe… y los que no encajamos en ninguno de esos grupos, que somos… normales. Llegué atenta a lo que iríamos a leer esta vez, el profesor hablaba de los cantares de gesta, la epopeya española y El Cantar del Mío Cid, aunque leí parte del poema en el bachillerato, me alegra poder releerlo, esta vez completo y con ojo más crítico. El ambiente en el salón era como es en la mayoría de las clases, algunos de los chicos bostezaban aburridos, otros estaban pegados como siempre al teléfono móvil, sonriendo estúpidamente de cuando en cuando cada vez que sonaba un ¡ping!, Adriana a quién ya había visto hacía un rato, no dejaba de mirarse al espejo y depilarse las cejas con una pinza, por un momento pensé que se sacaría un ojo haciendo un mal movimiento para evitar que el profesor viera su rutina de embellecimiento, una pareja sentada dos filas delante de mí se pasaba papelitos por debajo de la mesa cuándo los pilló el Sr. Torres y les hizo un gesto de desaprobación, otros, tomaban apuntes de cada garabato que aparecía en la pizarra, así que me dispuse a garabatear de buena gana la bibliografía recomendada para el curso. Al cabo de unos minutos la puerta se abrió y un aroma fresco a pino y a brisa se coló en el lugar, haciendo que algunos voltearan la mirada en su dirección mientras lentamente asomaba un rostro que nunca antes había visto en clase, ni en la biblioteca, ni en el patio o la cafetería de la escuela. —Buenos días –Dijo una voz profundamente masculina— Permiso profesor Torres. ¿Puedo pasar? Enseguida un palpitar como una corriente eléctrica en mi muñeca izquierda me sacó de mi concentración, me llevé la mano hasta la bandana tratando de aliviar la sensación en la piel. —Creo que es un poco tarde ¿Señor…? –Contestó el profesor mirando al chico de arriba abajo y dando pequeños golpecitos con los dedos a su reloj. —Aquila… Máximo Aquila, Sí, disculpe profesor, es que… bueno… me perdí, no encontraba el… —Está bien, adelante, ¡y que no se repita! —Masculló molesto. —Gracias –Respondió en voz baja. El señor Torres parecía ser un buen tipo, de finos modales y extenso vocabulario, pero también era uno de esos maestros que se tomaban muy en serio su trabajo de lograr que los estudiantes cumplieran con las normas y aprendieran algo al terminar el curso. El chico comenzó a caminar y los ojos de todas las féminas se posaron sobre él, pisaba con seguridad, avanzaba con aire despreocupado y casual, directo hacia la silla vacía junto a mi puesto, me lo quedé viendo sin pensar, en cámara lenta desde que cruzó por la puerta hasta que se sentó, era uno de esos especímenes que no se ven todos los días y de pronto estaba detallando su atuendo de jeans rotos en las rodillas, camiseta blanca y chaqueta de piel. Pintaba unos veinte, era alto, de tez clara, cabello rubio y despeinado, hombros anchos, brazos fuertes… seguro practica algún deporte porque solo con mucho ejercicio se pueden tener unos bíceps tan desarrollados; su bien formado cuerpo se mueve con gracia y despide un aroma fresco a pino y a brisa, y sus ojos, ah sus ojos… verdes surcados por largas pestañas y unas pobladas cejas hacían juego perfectamente con sus labios. Un ligero calor emanó de mi medallón, llevé mi mano hasta él y creí ver un resplandor en el centro de la piedra, a veces el cristal de agua marina parece cambiar de color para tornarse totalmente blanco, no le presté mucha atención. Paré de respirar cuándo noté que se dirigía hacia mí, y comencé a tomar aire de nuevo antes de ponerme en evidencia. —Hola, buenos días, ¿Puedo? —Saludó —Hola, eh… —¿Puedo sentarme? —¡Oh sí!, disculpa, claro. ¡Aush!, qué horror, ¿qué debió haber pensado de mí?, ¡que soy una tonta deslumbrada!, debe estar acostumbrado, debe sucederle todo el tiempo, no soy el tipo de mujer fácilmente impresionable, pero él tenía algo además de su físico que me había atraído de inmediato, y para ser sincera nunca en mis cortos diecinueve años de vida había visto tanta gracia junta en un hombre, salvo en mi padre que con sus treinta y nueve aún despierta cualquier cantidad de comentarios en las chicas, especialmente en sus alumnas del colegio en donde trabaja e incluso en mi amiga Johanna que siempre tiene alguna flor que lanzarle, es que aparenta unos diez años menos además de tener una forma muy particular de ser, muy atento, caballeroso y con unos modales que ya la gente no se molesta en practicar. Suelo pensar en él como en un gran hombre, cariñoso y respetable, inteligente, muy divertido y protector, aunque siempre ha sabido darme mi espacio, pues tuvo que criarme y trabajar después de que mi madre murió, él no habla de eso y jamás lo he visto en plan de conquistas, en ocasiones le he dicho que ya soy grande y que aún puede rehacer su vida sentimental, pero me contesta que hay responsabilidades que no puede eludir.