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Cual es el argumento de Primavera en Tokio de Andrea Izquierdo

Reseña del libro Primavera en Tokio de Andrea Izquierdo

Primavera en Tokio de Andrea Izquierdo pdfPrimavera en Tokio de Andrea Izquierdo pdf descargar gratis leer online© de la obra: Andrea Izquierdo, 2018© de las ilustraciones: Elena Pancorbo, 2018© de la presente edición: Nocturna Ediciones, S.L.c/ Corazón de María, 39, 8.º C, esc. dcha. 28002 [email protected] edición en Nocturna: noviembre de 2020Edición Digital: Elena Sanz MatillaISBN: 978-84-17834-80-7Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).PRIMAVERA EN TOKIOALICENunca habría pensado que sería capaz de hacer algo así, pero me equivocaba.En el suelo, Patrick permanece inmóvil, tumbado de lado en una posición extraña, y sigue respirando. Tiene los ojos cerrados y la expresión tranquila, por lo que parece estar durmiendo plácidamente, como si no acabara de secuestrar a una menor de edad.Podría haber elegido golpearle en las rodillas o en el estómago. De hecho, habría sido mucho menos arriesgado inclinarme por esas partes del cuerpo, pero en cuanto he llegado a casa de la familia Roy y he visto que se habían confirmado mis sospechas, he ido directa a la cabeza. Tenía miedo. Y lo sigo teniendo, aunque la policía ya está de camino. No lo he hecho por venganza, sino porque estoy aterrorizada.En cuanto Tom me escribió diciéndome que su hermana estaba en peligro, salí disparada en dirección a su casa. No tenía más datos, solo sabía que había que encontrarla como fuera. Y lo conseguí después de una carrera contrarreloj desde el centro de Londres hasta un barrio residencial de las afueras, donde vive la familia de Tom. Los llamé al instante para que se aseguraran de que su hija estaba en casa. A fin de cuentas, también cabía la posibilidad de que el secuestro fuese una mentira de Patrick.Sus padres insistieron en que no había salido, con un tono bastante molesto, pero fue al encontrar su habitación vacía cuando tanto ellos como yo nos alarmamos de verdad. En el momento en el que salieron a la calle, yo estaba bajándome del taxi para unirme a ellos. Por fortuna, a esas horas había menos tráfico del que esperaba; las calles estaban desprovistas del bullicio habitual durante el día.Buscamos a su hija durante unos minutos. No podíamos imaginarnos lo que encontraríamos cuando diéramos con Ximena. Ni siquiera nos hacíamos una idea de dónde la tendría, aunque supuse que no podría haber llegado muy lejos. Y así fue. Nos dividimos para ir cada uno por una calle, y nada más torcer una esquina los vi a los dos. Estaban agazapados, escondidos tras unos grandes cubos de basura.En el rostro de ella percibía el terror; en el de él, la rabia acumulada, el nerviosismo previo a que un plan aparentemente programado a la perfección pueda salir mal.No me lo pensé dos veces: corrí hacia ellos y grité para avisar a sus padres. Apenas recuerdo las palabras que intercambié con Patrick, porque ni podía mirarle a la cara de lo furiosa y asustada que me hallaba.Por lo que luego me explicó Ximena entre lágrimas, al menos no había sufrido ninguna agresión física. Sin embargo, saltaba a la vista que no estaba bien emocionalmente. A las incesantes preguntas de sus padres sobre si necesitaba ropa de abrigo, agua o cualquier otra cosa respondía todo el rato negando con la cabeza, incapaz de pronunciar palabra, con las manos temblorosas y los dientes castañeándole.Ahora me acerco a mirar el cuerpo de quien ha sido mi pareja y compañero de trabajo. De la cabeza de Patrick no emana sangre, una certeza que solo me tranquiliza hasta cierto punto; lo más probable es que solo esté desmayado por el golpe que le he dado en cuanto ha intentado huir al verme. Supongo que para cuando recupere la consciencia y se ponga en pie, la policía ya estará aquí. No pueden tardar mucho más, los he llamado hace apenas dos minutos y hay una comisaría en el barrio.Lo dejo de nuevo en el frío suelo de la calle, tumbado, y regreso hacia donde se encuentra Ximena con su familia. Ella retuerce las manos nerviosa, con ansiedad, antes de buscarme con ambas para que me acerque y la abrace. Desde que la conozco, siempre me ha parecido muy fuerte, incluso en ocasiones excesivamente estoica, pero ahora sus barreras parecen haberse desmoronado por completo. Es esa imagen, y no la de Patrick inconsciente, lo que más me impresiona.—Ya está, ya ha pasado —le intento asegurar por quinta vez, pero ella no deja de inspirar y espirar muy deprisa. Casi no le quedan lágrimas por llorar.Está empezando a amanecer, pero los vecinos todavía duermen en sus casas. Supongo que hemos tenido suerte porque no se haya montado un espectáculo ni nada que suscite habladurías. A nuestro alrededor, el mundo parece haberse congelado: calles desiertas, ventanas a oscuras, coches inmóviles y una leve brisa gélida que todavía parece muy lejos de la primavera.Por mi parte, lo único que quiero es que todo esto termine cuanto antes.TOMUNOS MINUTOS ANTESLas luces que destellan a mi alrededor ciegan mi mente. No me dejan pensar. Me abruman hasta un punto en el que dejo de sentir el dolor por el golpe que he recibido en la cara y no logro concentrarme en mi respiración tras correr desesperadamente en busca de Nate. Es demasiado tarde para alcanzarlo.Me siento como si acabara de estallar una bomba a escasos metros de mí y no sé qué hacer ni adónde ir. Me pitan los oídos y eso hace que esté mareado. Tengo la sensación de que mi cabeza no para de dar vueltas, a pesar de que estoy inmóvil.No me quedan fuerzas para reflexionar con claridad sobre todo lo que acaba de ocurrir, pero me obligo a hacerlo porque necesito determinar qué hacer. Intento pensar en mi hermana, en si estará bien. Sin embargo, por más que procuro evitarlo, en mi cabeza solo desfila la cara de Patrick. Su ambición desmedida ha sido la culpable de que estemos aquí en este instante.Cuando mi mejor amigo, Finn, murió en un accidente de avión, la tragedia terminó siendo para su agente, Patrick, una vía fácil de lucrarse, de convertir su luto en un negocio.Al igual que yo, Finn tenía un canal de YouTube muy famoso y el accidente hizo que sus interacciones en las redes se dispararan. A Patrick no le costó mucho empezar a utilizar aquello para su propio beneficio. Todos los medios se peleaban por hacerse con exclusivas sobre su vida, en especial aquello que él no había compartido por las redes sociales. Los archivos de los vídeos que nunca había llegado a publicar súbitamente parecían haberse convertido en una reliquia a la espera de una puja lo bastante alta para ganar la subasta. Pensé que con el tiempo todo se calmaría, tenía la esperanza de que eso ocurriera…, pero los acontecimientos de los últimos días me han demostrado lo contrario.La avaricia de Patrick le ha consumido. Se ha dejado arrastrar por la obsesión que ha germinado poco a poco en su interior sin que nadie se diera cuenta, hasta el punto de incluso drogar y manipular al novio de Finn, Nate, ahora vulnerable a su control. Para colmo, ha ido contra Ximena. Mi hermana pequeña, sí, a la que siempre he intentado mantener apartada de todo este mundo, que ahora mismo se encuentra en manos de un psicópata.La llamada con Ximena se ha cortado y no hay forma de contactar con ella. Nate ha huido en un estado muy peligroso para su salud, y ahora mismo creo que sería capaz de cualquier cosa. No quiero darle más vueltas, pero al mismo tiempo no puedo sacarlo de mi cabeza. La idea de que Nate necesita ayuda y no sé dónde está es como una jaqueca persistente en la que no quieres pensar, pero que, por desgracia, se niega a permitirte que dejes de hacerlo. ¿Cómo voy a ayudar a cualquiera de los dos si ni siquiera soy capaz de mantener el control?Contemplo el teléfono de Lily, donde hace unos momentos sonaba la voz de mi hermana. No sé qué hacer, no puedo pensar con claridad. Miro de nuevo en derredor, como si eso fuera a solucionar algo, y siento que la rabia empieza a crecer dentro de mí. El culpable de todo esto es Patrick, pero soy consciente de que sin la ayuda de Jordan no habría conseguido llevarlo a cabo él solo.Camino por los pasillos sin controlar apenas mis movimientos, simplemente dejándome llevar por la impotencia. Esquivo un par de viejos neones con los que estoy a punto de chocar y busco por todas partes la cara de Jordan. Del verdadero traidor. Sería mejor quedarme quieto y esperar a oír sus pasos, pero no puedo hacer eso. No ahora. Mi hermana está en peligro, Nate ha desaparecido y lo único que tengo ganas de hacer ahora mismo es partirle la cara al cabrón que ha estado organizando todo desde aquí. Sin embargo, por más vueltas que doy por el museo, no lo encuentro por ninguna parte. Es como si él y Nate se hubieran desvanecido.A mi lado, Lily intenta seguirme el ritmo. Veo que está mirando algo en mi teléfono y la observo, alarmado, por si son noticias sobre mi hermana. Pero ella niega con la cabeza en cuanto lee la pregunta que solo mis ojos han formulado.—No puedo más —murmuro, bajando los hombros. De pronto, me doy cuenta de que he mantenido mis músculos en tensión y siento un alivio momentáneo cuando los relajo.Ella se acerca y me abraza. Le devuelvo el achuchón con torpeza, en parte porque no esperaba algo así y en parte por el aturdimiento. Tras la descarga de adrenalina inicial, ahora me encuentro débil y fuera de lugar, como si todo esto estuviera sucediéndole a otra persona y mi papel se limitase a contemplarlo con angustia.—¿Qué hacemos? —me pregunta con tacto—. He escrito a Alice. Acaba de salir en dirección a tu casa.Justo eso es lo que quiero saber: qué tengo que hacer. Ojalá alguien viniera y me dijera el paradero exacto de Nate y mi hermana, o me llegara un mensaje al móvil con las instrucciones para localizarlos. Creo que nunca me había sentido tan perdido.—Salgamos de aquí —propongo, y sé que por mi tono seco suena más como una orden.La gravilla cruje bajo nuestros pies. Es el único sonido que nos acompaña hasta que encontramos la salida. Allí, unos tornos de unos dos metros de altura imposibilitan la entrada, pero Lily no duda en escalarlos grácilmente. Con menos destreza, imito sus movimientos como puedo y mis rodillas suenan cuando me dejo caer en el otro lado. Supongo que en algún momento revisarán las cámaras de seguridad y nos pillarán haciendo esto… Pero, por otro lado, no ha sonado ninguna alarma, así que es posible que Jordan haya estado toqueteándolas. Ahora que lo pienso, ¿no es raro que nadie más que nosotros entrara esta noche en el museo?—No puede estar muy lejos —digo.Intento buscar algún tipo de pista, algún indicio que me lleve a donde Nate ha huido o a la ubicación de Jordan. Sin embargo, no me resulta tan fácil como parece en las películas de acción. No hay huellas ni ningún tipo de objeto personal que pueda conducirme a ellos. Aquí solo destacan un cartel en la entrada, con el aviso de que el museo está cerrado, y unas luces en la acera de enfrente que iluminan el acceso a almacenes en desuso. Estamos solo a varias calles del centro de la ciudad, pero la sensación es la misma que si nos encontráramos en un polígono industrial.—Tom…Sé que decir mi nombre en voz alta es la forma que tiene Lily de advertirme de que ya no hay nada que podamos hacer para dar con ellos. A estas alturas podrían estar en una calle llena de cientos de personas, sumándose a las celebraciones nocturnas de Las Vegas para pasar desapercibidos.Estoy tan bloqueado que, a pesar de que no me he movido todavía del sitio, no dejo de mirar a mi alrededor. Un coche deportivo pasa a nuestro lado con la ventanilla bajada y la música a tope. Cuando gira a la derecha, el sonido se pierde a los pocos segundos y me devuelve a la realidad.Es en ese preciso instante cuando pienso en que solo hay una persona capaz de sacarme de esta pesadilla, la única en la que puedo confiar completamente: Alice.NATEHacer listas me…… ayuda a pensar con claridad.Estoy perdido en una ciudad que no conozco, no sé cómo he llegado ni qué hago aquí.Es de noche y tengo sueño, pero del tipo de sueño del que…… nunca quieres regresar.Hay alguien que me sigue.LILYTom mantiene la mirada fija en la ventanilla del avión, pese a que no se ve nada más que oscuridad y nubes. Todavía no ha amanecido y calculo que aún deben de faltar un par de horas para que salga el sol, como mínimo. Aun así, no ha despegado los ojos del horizonte.Ni siquiera ha tratado de conciliar el sueño, aunque sé que necesita un descanso, porque de vez en cuando los párpados se le entornan con pesadez. Entre las manos juguetea con su móvil. Es consciente de que está apagado y no hay nada que pueda hacer para contactar con el exterior hasta que lleguemos a Londres, pero lo sigue manteniendo cerca de él como si fuera a sonar en cualquier momento con noticias de su hermana. Veo que desvía la vista del horizonte para observarlo durante unos segundos. Le da la vuelta, le quita la funda y lo limpia por la parte trasera con aire distraído.La decisión de dejar a Nate atrás ha sido demasiado complicada para él, pero no teníamos más alternativa. Desapareció en cuestión de segundos, como si se lo hubiera tragado la tierra. ¿Dónde estará ahora? ¿Vagando por las calles de Las Vegas? ¿Escondido en algún callejón? ¿Rodeado de desconocidos? ¿Habrá ido Jordan a buscarlo? ¿Lo habrá encontrado? Y lo más importante…, ¿estará a salvo?Sé que esas son las preguntas que impiden dormir a Tom. Por más que hayamos dado vueltas por el Museo del Neón e intentado seguir la pista de Nate, no hemos conseguido encontrarlo. Y no hay ninguna otra manera de contactar con él. Al avisar a Alice de lo ocurrido, al menos nos ha dado una noticia tranquilizadora: Ximena está bien, se encuentra con sus padres y ellos se están encargando de todo.Pero nadie sabe nada de Nate.Ahora que no hay nada que Patrick pueda hacer desde Londres, Nate tendría que hallarse a salvo. Sin embargo, la sensación es la contraria porque, si le ha pasado algo, no hemos podido hacer nada. Pero ¿y si podíamos haberlo hecho? Sé que eso es lo que más carcome a Tom. Llamar a la policía solo habría empeorado las cosas.Me habría gustado quedarme en Las Vegas con Connor y ayudar en la búsqueda, pero ¿de verdad habría servido de algo que caminara a ciegas por una ciudad llena de gente en busca de un chico al que podría considerar un desconocido? Además, había algo que tenía que hacer.Mi amiga Ava, compañera de clase en la Universidad de South Kensington, se marchó antes de Las Vegas sin más explicaciones que un escueto mensaje sobre que regresaba a Copenhague. Sin embargo, tendrá que pasar antes por Londres. Lo más probable, dado que su vuelo salió hace ya varias horas, es que esté a punto de aterrizar.Puesto que en el hotel Ellesmere siguen todas sus pertenencias, mi única esperanza es que haya ido a recogerlas antes de dejarlo todo atrás. No puedo decir que esté segura de ello, pero no tendré que esperar mucho para averiguarlo: solo las horas de vuelo que nos separan de la ciudad que ha sido mi casa durante estos meses.Dada la situación, Connor ha vuelto en coche a su casa en California, de manera que casi estamos cada uno en una punta del mapa. Y Tom y yo mirando el reloj, encerrados en este avión, como si eso fuese a acelerar por arte de magia el paso del tiempo.Me revuelvo en la manta que nos han dado las azafatas. El tejido es más suave que las que reparten en clase turista, y al pensarlo me planteo cuánto dinero se habrá gastado la agencia de Tom para pagarnos dos billetes en primera clase, en el último momento y en estas fechas. Ya ha pasado el Año Nuevo y todo el mundo regresa a sus casas después de unas vacaciones en Las Vegas. A juzgar por las caras de los viajeros ojerosos que apoyan la frente contra las ventanillas, más de uno empezará el año en Londres con una buena resaca.Pienso en la ciudad que dejo atrás y en todas las facetas suyas que he visto. He experimentado su amanecer silencioso, cuando todavía es demasiado pronto para que Las Vegas se desperece, pero demasiado tarde para que siga despierta. También las fiestas, los casinos, la azotea de la torre Stratosphere… Al pensar en ello, recuerdo el momento en que Meredith y Ava compartieron un beso por la noche, frente a las fuentes del hotel Bellagio, y también la traición de Meredith con Oliver, mi exnovio. Recuerdo todo lo que le han hecho a Ava…Tom estira las piernas y deja de mirar por la ventana para buscar mis ojos. Me fijo en que los tiene rojos de llorar y del cansancio. Es increíble que acabe de salir de un programa televisivo en el que los tenían las veinticuatro horas controlados; desde que nos hemos visto, no ha tenido ni un segundo para descansar. ¿Cómo podrá seguir despierto? Estira la mano para coger la mía y agradezco el roce de su piel tibia.—¿Cómo estás? —me pregunta en voz queda.Me encojo de hombros. No tengo respuesta. Todo lo que ha pasado en las últimas horas es demasiado absurdo para resumirlo en pocas palabras.—¿Cómo estás tú?Tom niega con la cabeza, sin añadir nada más.De fondo solo se oye el ruido de los motores del avión surcando el aire a cientos de kilómetros de velocidad.—Ximena estará bien, Tom, de verdad. Ya sabes que Alice se está encargando de todo —insisto. Su hermana siempre ha sido la persona más protegida de su familia y el punto débil de Tom. Después de lo de Oliver, sé que se desvive por que no le ocurra nada y no me puedo imaginar la angustia que habrá pasado en el transcurso de estas horas, cuando creía que estaba secuestrada.—Nunca un vuelo se me ha hecho tan largo como este. ¿Crees que si…, si enciendo el móvil funcionará Internet? Aunque tenga que gastarme una pasta por estar utilizándolo en otro país. No me importa.Lo último que quiero es darle falsas esperanzas, así que respondo con sinceridad:—La verdad es que no creo que funcione… Y no deberías encenderlo, por seguridad.Tom traga saliva y continúa dándole vueltas entre los dedos de su mano derecha. La izquierda la sigue manteniendo con la mía.—Lo siento —musita, y lo miro arqueando una ceja como pregunta—. Una vez más, te he arrastrado a mis problemas.Resoplo.—No digas eso, Tom. Vine a Las Vegas por un motivo totalmente diferente.—Pero fíjate por cuál vuelves —me corta, sin levantar la voz para no llamar la atención. A nuestro alrededor hay mucha gente durmiendo y las luces del interior del avión llevan un buen rato en modo nocturno.—Eso no es verdad —replico—. Viajé a Las Vegas para pasarlo bien con mis amigas, no sabía que estabas ahí, y vuelvo porque Ava se ha marchado.—¿Y por qué se ha marchado?Veo por dónde quiere ir Tom, pero no voy a dejar que se castigue por algo que no ha hecho.—Por Oliver y Meredith. No tiene nada que ver contigo. Oliver sería igual de gilipollas hubieras aparecido tú en mi vida o no.Suelta aire y relaja la frente, pero sigue tenso.—Creo que te vendría bien descansar, de verdad. El móvil no va a sonar y yo te despertaré cuando aterricemos si es que sigues durmiendo.—No puedo.Sus ojos dicen lo contrario, pero no añade nada más. Miro al frente sin saber qué contestar. Ninguno de los dos ha hecho amago de curiosear entre las películas, series y juegos que ofrecen las pantallas del vuelo. No las hemos tocado más que para consultar ansiosamente la trayectoria y las horas que nos faltan.Un par de azafatas pasan en silencio por nuestro lado, con pisadas inaudibles por la mullida alfombra que recubre el suelo. Me incorporo en el asiento, mirando a mi alrededor y hacia atrás para constatar que casi todo el mundo sigue dormido. En Las Vegas son las cuatro de la mañana y no me importaría dejarme llevar por el horario norteamericano, pero tengo que aguantar despierta si quiero acostumbrarme rápido al inglés.La mano de Tom continúa junto a la mía. Cuando me la quedo mirando, él mismo se percata de ello en ese momento, pero no la aparta.—Lo siento mucho, Lily —repite—, por todo. Creo que me paso el día disculpándome, pero siento que tengo que hacerlo. Te he metido en un mundo que no es el tuyo y no sé si es esto lo que quieres. Dímelo, por favor.Me quedo paralizada. Esas palabras son lo último que se me ocurriría que iba a decir. No sé si me está preguntando si quiere que sigamos juntos de forma indirecta o simplemente tanteando el terreno para ver en qué punto nos encontramos.—La verdad es que no sé lo que quiero.Soy directa y sincera porque no quiero decir algo que no pienso. Después de tanto tiempo estando cada uno por nuestra cuenta, había conseguido pasar página, aunque todavía lo recordara. Como una vez nos dijimos, que nos hubiéramos separado no significaba que nos hubiéramos olvidado…—Dime si me quieres a mí. Con eso me basta.Lo miro a los ojos. Tiene el pelo revuelto y algunos mechones le caen hacia delante, tapándole parcialmente la vista, pero mantiene los ojos muy fijos en mí. Podría reconocer ese tono exacto de verde entre cientos de tonalidades distintas.A veces se dice que, si tienes que plantearte si quieres a alguien, tú mismo te estás dando la respuesta: no. Pero yo siempre he creído que no es así. Plantearte si quieres a una persona te hace reflexionar sobre todo lo que habéis vivido, porque el corazón no siempre tiene la respuesta.Tras varios segundos en silencio, sin dejar de mirarle, asiento.—Sí —susurro. Mi voz suena diferente, quebrada, como si estuviera a punto de llorar.No puedo ignorar la realidad. Hemos pasado muchas cosas juntos, hemos superado momentos muy difíciles y, aunque nuestra relación ha sido extraña, no puedo negar que hay algo dentro de mí que no consigue olvidarlo.No me da tiempo a pedirle que él también responda a esa pregunta porque lo hace al instante:—Yo también te quiero.Es entonces cuando me doy cuenta de hasta qué punto he estado obligándome a esconder lo que sentía y lo mucho que necesitaba escuchar esas palabras.Me acerco hacia él y lo beso. Por unos segundos, en la oscuridad del avión, olvido todo lo malo que nos ha pasado, todo lo que ha intentado separarnos. Pierdo la cuenta de las veces que por causas ajenas a nosotros hemos tenido que decirnos adiós durante un tiempo. Simplemente lo beso, sin pensar.Tom aprieta sus labios contra los míos y noto que está llorando cuando me separo de él. Apoyo la cabeza en su hombro y permanecemos un largo rato en silencio. Él me acaricia el pelo, bajando la cabeza de vez en cuando para besarme de nuevo, y yo cierro los ojos, inmersa en este insólito momento de paz hasta que me quedo dormida.AVAEn la oscuridad de la habitación se enciende una tenue luz que ilumina el techo. En cualquier otra situación, habría girado sobre mí misma para descubrir el origen, pero no tengo ninguna necesidad de hacerlo. Lo sé muy bien.La luz continúa alumbrando durante más de cinco segundos, lo que indica que no he recibido un simple mensaje, sino que me están llamando. Aquí es tarde, pero es normal que contacte conmigo a estas horas de la noche. No sabe que justo ahora podría estar durmiendo.Panda se remueve en la mesa. No sé si la luz le habrá despertado o si solo es una forma de hacerme ver que él está igual de despejado que yo. Es la una de la madrugada, tampoco es tan tarde, pero aquí las cosas llevan un ritmo distinto.Miro a mi izquierda, con cuidado de no moverme para no despertar a la persona que está a mi lado. Respira con fuerza, sin llegar a roncar. Está tumbada sobre su hombro derecho y duerme apoyada en el antebrazo, con el codo ligeramente doblado. Aunque no ha parado de dar vueltas desde que se ha acostado, su pelo sigue perfectamente peinado, como si se lo acabara de cepillar.Me fijo en que no se ha desmaquillado antes de irse a dormir. Se lo he dicho mil veces, pero nunca me hace caso. El delineador continúa durante casi un centímetro desde el final de su ojo, y su piel está ligeramente sombreada bajo los pómulos. Mañana, la almohada volverá a estar manchada de su maquillaje, pero ya ha comenzado a convertirse en algo habitual.La llamada debe de cortarse en algún punto en el que la estoy observando, porque de pronto mis ojos vuelven a toparse con la completa oscuridad de la habitación de hotel.LILYCuando salta el contestador, no me sorprendo. De hecho, más que enfadarme porque Ava no responda mis llamadas, me siento estúpida. ¿Cuánto tiempo llevo insistiendo para contactar con ella? ¿Cuántas veces me ha dejado claro que no quiere saber nada de mí?En realidad, nunca. No he vuelto a saber de ella desde que se fue de Las Vegas diciendo que tenía que regresar a Copenhague, y me enteré de que había pasado por el hotel porque todas sus cosas habían desaparecido de la habitación que compartíamos. Además, se había llevado a Panda, lo que significaba que aquello era definitivo; Ava es incapaz de estar separada de su mascota más de una semana.Los primeros días pensé que simplemente necesitaba desconectar. Desaparecer. Empecé a preocuparme de verdad cuando pasó medio mes y seguía sin recibir noticias suyas. Mis mensajes le llegaban y su móvil estaba encendido porque sonaban mis llamadas, pero jamás las devolvía. Ni siquiera para decirme que estaba bien.El suelo de Old Brompton Road sigue lleno de charcos por la lluvia que ha caído durante la noche y los voy esquivando para no calarme las zapatillas. Me las compré a las pocas semanas de llegar a Londres en otoño, pero deben de tener una pequeña fisura en algún sitio, porque al pisar agua siempre me mojo los calcetines. No obstante, me gustan demasiado para tirarlas.Miro el móvil una última vez antes de guardarlo en el bolsillo, entre frustrada y triste. El reloj apenas pasa de las cinco de la tarde y en la calle todavía luce el sol como si fueran las doce. Los días se están alargando poco a poco, y me pone feliz. Me encantan la lluvia y las tormentas, pero echo de menos sentir los rayos de sol sobre mi cara. En Madrid ni siquiera pensaba en ello, pero tras varios meses aquí mi cuerpo se activa cuando hay luz. Las casas blancas lo reflejan, lo que hace que tenga que entrecerrar los ojos para que no me moleste.Me detengo en un semáforo en rojo y recibo un golpe de una persona que viene por detrás cuando se pone verde sin que me dé cuenta.—¡Despierta, tía! —me grita, cruzando a toda prisa.Me he quedado ensimismada en mitad de la calle y retomo el camino de vuelta al hotel Ellesmere con la cabeza gacha. Lo conozco de memoria; ya lo he hecho muchas veces. No es el recorrido más rápido para regresar a casa desde el famoso cementerio de Brompton, pero sí el más agradable, siempre y cuando alguien con prisa no te dé un empujón.Visitar la tumba de uno de mis autores de ciencia ficción favoritos puede parecer un pasatiempo un poco macabro, pero yo lo veo más como un homenaje. Tras numerosas investigaciones sobre la vida en otros planetas, decidió dejarlo todo para dedicarse a la compraventa de artículos de segunda mano, antigüedades sobre todo, hasta que murió en Londres en 1849. Cada vez que tengo un rato libre, aprovecho para escaparme y dar un paseo por el viejo cementerio, que desde hace años se ha convertido en un parque.Sin embargo, hoy hay algo raro en el ambiente. O quizá soy yo, que lo percibo todo de la peor manera posible por haber llamado a Ava de nuevo y, como siempre, sin éxito.Tal vez mi amiga hablara en serio cuando dijo que quería huir, dejar atrás su antigua vida. En ese caso, ahora mismo estaría en Copenhague, pero… ¿por qué no me envía un mensaje, ni siquiera para decirme que está bien? Su matrícula universitaria ha sido cancelada y ha dejado de aparecer en las listas de clase. En cierto modo, es como si nunca hubiese existido.«Pero no puedes huir de todo, Ava, y abandonar una ciudad cada vez que surgen complicaciones —me digo, y suelto un suspiro—. Abandonar a todos los que dejas atrás y dar por hecho que ya no van a preocuparse por ti».Cambio de acera para encaminarme hacia el hotel, invadida por un repentino sentimiento de soledad que me produce un fuerte dolor de estómago. La calle está llena de gente, pero yo me siento completamente sola.No es solo por Ava. He perdido el contacto con mis amigas de Madrid. Ya apenas hacemos videollamadas ni nos escribimos porque la distancia ha hecho que nos separemos, que no tengamos la relación de antes. Las últimas veces que hablamos, la mayor parte de la conversación apuntaba siempre hacia Tom Roy, de modo que no me sentía cómoda hablando con ellas cuando solo querían saber de mi vida por haber estado saliendo con una persona famosa en Internet.Por supuesto, no hace falta ni que mencione a Meredith o al grupo de Martha. Prefiero no cruzar la mirada con esa gente cuando me la encuentro por el hotel. Y supongo que ese desagrado también contribuye a mi soledad; antes hubiera compartido mi malestar con Ava, pero ahora…Aparte de mis padres y mis abuelos, Connor ha sido mi mayor apoyo. De hecho, si no fuera por él, estaría prácticamente sola en la universidad. La marcha de Ava no le pilló por sorpresa porque la había presenciado en persona en el aeropuerto de Las Vegas, pero lo he notado un poco diferente desde entonces. Por lo menos, eso ha hecho que nos juntemos y nos apoyemos más entre nosotros que antes.Y luego está Tom. Desde que regresamos de Las Vegas, lleva semanas desaparecido para ocuparse del asunto de Patrick. Por suerte, el caso no se filtró y todo quedó entre nosotros. El antiguo agente de Finn fue detenido por retener a Ximena, menor de edad, y diagnosticado con bipolaridad severa y un brote psicótico. Lleva ya tres meses en la cárcel. Lo único que sé del tema es lo que Tom me contó en un correo electrónico a los pocos días de volver: Ximena está bien, pero todavía no tienen pistas del que fuera el novio de Finn. A no ser que se hayan producido novedades sin que me haya enterado, no han conseguido encontrar a Nate ni tampoco a Jordan.Eso es todo lo que sé sobre él. Lo que sí que me duele es que Tom no se haya vuelto a poner en contacto conmigo desde entonces, sobre todo después de nuestra conversación en el avión. En una ocasión estuve tentada de ir a la agencia de Alice para verlo en persona y preguntarle si había aparecido Nate. Sin embargo, decidí no hacerlo. Las cosas parecen haberse calmado y Patrick ya está pagando por lo que hizo en Las Vegas, aunque su condena se ha visto reducida por el diagnóstico médico que había recibido. El único cabo suelto que ha quedado es Nate.En el fondo, no me gusta sentirme así. Pero por más que intente engañarme, sé que no estoy molesta porque no haya vuelto a hablarme, sino por los rumores que están circulando en Internet. Nunca me habría descrito como una persona celosa… hasta que han empezado a aparecer fotos de ellos dos juntos.Al principio las ignoraba, porque era algo normal: Tom caminando con Jasmine por Londres, uno al lado del otro sin rozarse. No me sorprendió, sobre todo porque sabía que unos meses atrás, en la agencia, habían recomendado a Tom fingir una relación con Jasmine para que la película en la que ambos iban a aparecer tuviera una mejor acogida. Es decir, por mera publicidad.Sin embargo, en las últimas semanas las cosas han cambiado. En las fotos ya no aparecen caminando por la calle, sino de la mano o incluso abrazados en un portal.Ni siquiera había prestado atención a las imágenes conforme iban surgiendo, solo las había visto porque me crucé con ellas en Twitter…, hasta que hace unos días apareció la del beso.No era una imagen particularmente romántica ni hecha a escondidas por un paparazzi. Era una foto de Tom y Jasmine, en mitad de la calle, dándose un beso en la puerta de un pub. Tom llevaba puesta la capucha de la sudadera, aunque no se había esforzado por esconder su rostro. Tampoco Jasmine, que iba con unos vaqueros anchos y una camiseta de tirantes con estampado militar, sin ninguna prenda que pretendiese disimular su identidad.No me considero insegura, pero desde que vi esa foto, la soledad se ha vuelto más acuciante. Ahora ya ni siquiera estoy segura de lo que hace nada tenía claro. Es cierto que no estábamos saliendo, pero ¿hasta qué punto puedo saber que Tom no habló en el avión dejándose llevar por el agotamiento y la vulnerabilidad? ¿Es realmente promoción… o está ocurriendo algo más? ¿Por eso no se ha puesto en contacto conmigo, porque ha pasado página?Creo que lo que más daño me hace es pensar que para él ni siquiera merezco un mensaje. Supongo que al igual que para Ava.

Te dejamos los enlaces de Primavera en Tokio de Andrea Izquierdo



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